En este momento me encuentro haciendo un curso que te trastoca las emociones profundas, no sólo a mi, sino a todas las personas que hoy comparten conmigo... En este espacio, tienes la oportunidad de averiguar que procesos tienes abiertos y que te han afectado en la vida diaria.
De pequeños recibimos un patrón y un modelo de amar, que vamos viendo como real. De nuestros padres recibimos información de la que a veces ni siquiera estamos conscientes de que está... ¡Y están! Y en base a las cosas que sucedieron y las heridas que nos quedaron vamos a veces repitiéndo patrones que nos trastoca de nuevo las heridas.
Basta con observar más a fondo para ver que muchos nos comportamos como niños, vestidos de adultos y nos vamos moviendo en base a la manipulación, el chantaje, los caprichos, las víctimas y los victimarios... Toda esta situación va desgastando todas las relaciones, incluso la que tenemos con nosotros mismos.
Definitivamente las personas si hacen cosas, la cuestión es cómo las estamos procesando y cómo respondo. Ya en un poema pasado les he hablado sobre esos sacrificios que nosotros mismos estamos haciendo y que nos hacen tanto daños, porque todo lo que hacemos y nos hiere, en el alma, en el templo, no nos hará mejor persona.
¿Qué tan mal nos estamos tratando? A veces los demás pueden percibir desde afuera como nos sentimos agotados, pero creeme que así te lo muestren no es suficiente. Quitarse las vendas duele y mucho, pero la paz no se negocia.
Es por eso que en mi Tesis Doctoral he insistido sobre la necesidad de una educación emocional que llegue a la educación formal de todos los países. Y no es que me sienta bien educada en este aspecto, es que en carne propia he vivido procesos que me han quitado las energías y que han influido en mi salud física y mental.
Edificarnos es una tarea primordial. Amarse y limpiar las heridas, perdonarse y comprender cuál es tu esencia debería ser prioridad, antes que hacer felices a los demás...