Hace unos días estaba paseando por el centro de la ciudad y me acerqué al lugar donde hacen trueques de libros para preguntar por un libro de ajedrez que estoy buscando y me encontré que estaba todo cerrado.

Al cruzar por el patio, había un perro grande color caramelo, parecía enojado. Entonces decidí cruzar por el jardín y fue cuando vi, entre las plantas violetas y el césped verde una cabeza.

Juro por Dios que si un paso atrás con sobresalto. La expresión del rostro de aquella cabeza de piedra era espeluznante.

Me detuve y pude ver que esa cabeza tenía buen tiempo en ese jardín, porque las plantas estaban enraizadas en la piedra.

No sé si se trata de una escultura que fue hecha de esta manera para representar algo en especial o fue que alguna de las esculturas de la plaza fue decapitada y la cabeza terminó aquí. Fue cuando se me ocurrió la historia.

El decapitado del centro del libro

Hace más de un siglo el monasterio fue instituido en el centro de la ciudad. Los monjes eran los que dirigían a toda la sociedad y eran muy estrictos.

Para todo tenía reglas y procedimientos. No les gustaba que se les llevara la contraria y mucho menos que las cosas se les salieran de control.

José, el monje novato quería expresar su arte. Para esa epoca el pintar sobre una pared colores brillantes con un mensaje motivacional era considerado como rebeldía.

José era un muchacho con toda una vida por delante. No perdía la oportunidad de hacer hermosas obras de arte con las cascaras de las verduras, cuando le tocaba el área de la cocina. Con la ropa sucia, cuando estaba en la lavandería y hasta con las cuentas que se utilizaban para la oración mientras meditaba.

Los monjes superiores estaban muy molestos por el comportamiento de José. Para ellos estas cosas eran una perdida de tiempo. José fue castigado cruelmente con un látigo después que colgó una sábana blanca con un hermoso paisaje hecho con salsa de tomate que decía "expresa siempre lo que llevas dentro".

José sintió que debía hacer caso a los mojes ancianos, no volvería a pasar por ese dolor del látigo cortando su piel, así que esa noche corrió al jardín y en un hueco profundo enterró sus pinceles y pinturas.

La vida continúo normal. Los monjes se felicitaban entre ellos por el gran trabajo que habían he ho con el rebelde, esto demostraba que el castigo físico era la solución para encaminar a los descarrilados.

En el fondo José seguía pintando, en su imaginación hacia dibujos y cuando tenía una gran necesidad de expresarse, corría a la playa y dibujaba sobre la arena. Sabía que el mar se encargaría de borrar sus pecados, como decían los monjes.

Así pasaron los años y los monjes tomaron poder. Tanto que crearon una ley donde obligaban a todos en la ciudad a borrar cualquier expresión artística.

José sintió que se moría. No podía permitir que esto pasara. Las personas comenzaron a entregar sus pinturas y los monjes las guardaban en un depósito para luego hacer una gran fogata y quemar todo.

Esa noche, José decidió actuar y robo todos los pinceles y las pinturas. Sigilosamente fue por la noche a la pared de la basílica de la ciudad y pintó un hermoso mural colorido y con el mensaje de siempre que era su firma: "expresa lo que llevas dentro".

Los monjes enloquecieron por el desacato a la autoridad y lo mandaron a decapitar. Antes de morir, las últimas palabras de José fueron dedicadas a la ciudad pidiéndoles que no se rindieran. Su cabeza rodó por el patio central del monasterio.

2 siglos después, el edificio se convirtió en el centro del libros. Paradójicamente es el lugar donde se exponen hermosas obras de arte.

Una tarde, de la nada, apareció en el jardín central, el mismo lugar donde decapitaron al monje José, una cabeza de piedra. De alguna forma el monje regresó para estar cerca de las bellas artes que tanto alegraban su vida.