Hadvar me comentó sobre ese lugar cuando íbamos en camino a Cauce Boscoso, me dijo que ahí los muertos caminaban, que aquello le causaba pesadillas; ahora, por azar o caprichos del destino, y por petición expresa del Jarl Balgruuf, Farengar me enviaba a explorar el sitio maldito, pues allí posiblemente estuviera la clave para entender y/o detener el ataque de los dragones, una piedra de dragón. No quedaba tiempo para perder, la amenaza de los dragones acechaba, así que me dirigí inmediatamente al Túmulo de las Cataratas Lúgubres.

La caminata hacia las ruinas fue relativamente tranquila, un esbozo de calma antes de que el conflicto, que ya inició, se manifestara. Apenas al pararme a las afueras del túmulo un grupo de bandidos me atacó. Luché contra todos separándolos y acabándolos uno a uno; por poco no lo logro, a decir verdad mi hechizo de curación me salvó de caer muerto, sin embargo salí victorioso. No obstante, adentro más bandidos me esperaban.

Sigilosamente me acerqué a un par de bandidos que discutían por algo a los pies de una fogata, lo que decían parecía ser importante, creí que quizá tendrían información sobre esa piedra que Farengar quería. Me equivoqué, el origen de su conflicto no era a causa de lo que yo buscaba, ellos estaban tras una garra dorada que aparentemente otro de sus miembros robó, alcancé a escuchar que el dueño legítimo era un comerciante de Cauce Boscoso; el sujeto se había adentrado con ella en lo profundo del Túmulo de las Cataratas Lúgubres. No pude seguir escuchando porque los criminales advirtieron mi presencia, otra pelea se desató y mi espada se manchó con la sangre de los salteadores.

Me adentré en la tumba, liquidando bandidos y skeevers a medida que avanzaba hasta que me topé con una extraña puerta, un acertijo que resolví sin mayores complicaciones. A pocos metros un hombre suplicaba ayuda, el desgraciado era presa de una araña congeladora gigante que acabé a base de hachazos y el hechizo de llamas. Entonces me acerqué al hombre, resultó ser el bandido que se escabulló con la garra dorada, un dunmer llamado Arvel el Rápido. Me prometió que me daría la garra; apenas lo liberé huyó y comencé a perseguirle.

Desafortunadamente, para él, la persecución duró poco. Encontró un amargo final para su vida en la hoja mellada de un draugr, y yo tomé de su cadáver la garra y un viejo diario. Carne muerta que camina entre los vivos, vasallos de los dragones que ahora resucitaban como seres putrefactos para seguir adorando a sus señores alados. La primera horda de estas criaturas me dejó al borde de la muerte, nuevamente mi hechizo de curación me salvó la vida. Desde ese tramo en el resto del camino liquidé draugrs a por montones.

De hachazo en hachazo me abrí camino, pero otra vez una misteriosa puerta, con grabados antiguos y un rompecabezas, me impidió avanzar. No había forma de abrirla, no tenía llaves ni reaccionaba a golpes con armas o hechizos. ¿Acaso mi misión terminaría ahí? ¿Regresaría a la Cuenca del Dragón con las manos vacías? No, no desistí y lo entendí: la clave estaba en la garra. La garra dorada era la llave de la puerta y en ella lucía la clave para resolver el rompecabezas.

Delante de mí se abrió la puerta y apareció lo que parecía ser la sala principal del Túmulo de las Cataratas Lúgubres. En lo alto del lugar había un mural, en la piedra estaban escritas unas inscripciones, eran algo extraño, algo atractivo; me acerqué, como si su energía me llamara, y algo entró en mí, pero no tuve tiempo de comprender qué pasaba; a mis espaldas un señor supremo draugr despertó.

La batalla fue feroz, la más feroz de mi vida hasta ahora; gracias a mis hechizos, por tercera vez, pude ser el vencedor. El draugr tenía la piedra de dragón consigo mismo. Otra misión que, por fin, completé. Solo me faltaba llevarle la piedra a Farengar, pero antes entregaría la garra a su legítimo propietario. En el diario de Arvel el Rápido escribió que la robó a un tal Lucano, un comerciante de Cauce Boscoso.

Encontrar a Lucano Valerio fue fácil, suya es la única tienda de víveres en Cauce Boscoso; entregué la garra en sus manos y me marché hasta el palacio del Jarl de Carrera Blanca. Allí Farengar hablaba con una mujer misteriosa cuando llegué. Ella me felicitó por obtener la piedra, sin embargo no menciono su nombre. Apenas un instante después Irileth apareció para darnos una noticia temible: un dragón atacó una atalaya y fue visto circundando las afueras de la ciudad, Carrera Blanca corría más peligro que nunca. Tal parece que tendremos que enfrentar al dragón, cara a cara.

XXX

Juan Pavón Antúnez

 
 
 

 
 
 

Hadvar told me about that place when we were on our way to Riverwood, he told me that the dead walked there, that it caused him nightmares; now, by chance or whims of fate, and by express request of Jarl Balgruuf, Farengar was sending me to explore the cursed site, for there possibly lay the key to understand and/or stop the dragons' attack, a dragonstone. There was no time to waste, the dragon threat was lurking, so I headed immediately for the Bleak Falls Barrow.

The walk to the ruins was relatively quiet, a hint of calm before the conflict, which had already begun, manifested itself. Just as I stood outside the mound a group of bandits attacked me. I fought them all off, picking them off and finishing them off one by one; I almost didn't make it, in fact my healing spell saved me from being killed, but I was victorious. However, inside more bandits were waiting for me.

Stealthily I approached a couple of bandits who were arguing about something at the foot of a campfire, what they were saying seemed to be important, I thought they might have information about that stone Farengar wanted. I was wrong, the source of their conflict was not because of what I was looking for, they were after a golden claw that apparently another of their members stole, I managed to hear that the rightful owner was a merchant from Riverwood; the guy had gone deep into the Bleak Falls Barrow with it. I could not listen any longer because the criminals noticed my presence, another fight broke out and my sword was stained with the blood of the robbers.

I moved deeper into the tomb, slaying bandits and skeevers as I went until I came across a strange door, a riddle that I solved without much trouble. A few yards away a man was begging for help, the wretch was prey to a giant freezing spider which I finished off with axes and the flame spell. Then I approached the man, he turned out to be the bandit who slipped away with the golden claw, a dunmer called Arvel the Swift. He promised me he would give me the claw; as soon as I released him he fled and I began to chase him.

Unfortunately, for him, the chase was short-lived. He found a bitter end to his life in the nicked blade of a draugr, and I took from his corpse the claw and an old diary. Dead flesh walking among the living, vassals of the dragons who were now resurrected as putrefied beings to continue worshipping their winged overlords. The first horde of these creatures left me on the brink of death, again my healing spell saved my life. From that point on the rest of the way I killed draugrs by the bucketload.

Axe after axe I cleared my way through, but again a mysterious door, with ancient engravings and a puzzle, prevented me from moving forward. There was no way to open it, it had no keys, it did not react to blows with weapons or spells, would my mission end there, would I return to the Dragon's Basin empty-handed? No, I did not give up and I understood: the key was in the claw. The golden claw was the key to the door and in it lay the key to solving the puzzle.

In front of me the door opened and what appeared to be the main hall of the Bleak Falls Barrow appeared. On the top of the place there was a mural, on the stone were written some inscriptions, they were something strange, something attractive; I approached, as if their energy was calling me, and something entered me, but I didn't have time to understand what was happening; behind me a draugr overlord awoke.

The battle was fierce, the fiercest of my life so far; thanks to my spells, for the third time, I could be the victor. The draugr had the dragonstone with itself. Another mission that, at last, I completed. All that remained was to bring the stone to Farengar, but first I would deliver the claw to its rightful owner. In Arvel the Swift's diary, he wrote that he stole it from one Lucano, a merchant in Riverwood.

Finding Lucanus Valerio was easy, his is the only grocery shop in Riverwood; I gave the claw into his hands and left for the palace of the Jarl of Whiterun. There Farengar was talking to a mysterious woman when I arrived. She congratulated me on obtaining the stone, but did not mention her name. Just a moment later Irileth appeared to give us frightening news: a dragon had attacked a watchtower and was seen circling the outskirts of the city, Whiterun was in more danger than ever. It looks like we will have to face the dragon, face to face.

XXX

Juan Pavón Antúnez

Todas las imágenes mostradas en este post son capturas de pantalla tomadas por mí mientras jugaba The Elder Scrolls V: Skyrim.

All images shown in this post are screenshots taken by me while playing The Elder Scrolls V: Skyrim.

_{Post translated with (much) help from DeepL}