Cuando entramos a ver cualquier monumento lo más fácil es que miremos lo que tenemos alrededor, incluso es más fácil que nos centremos en el suelo que en el techo. Pero... cuando los techos tienen personalidad, son llamativos, bonitos o brillantes, la cosa cambia.
Todas esas salas en las que los artistas quisieron hacer de las partes altas un centro de atención, provocan que esa sala duplique su belleza. Quizás, a veces, ganando más protagonismo que la sala que cobija en sí misma.
Aquí os muestro dos de esos ejemplos, dos salas cuyos techos eclipsan al resto de la estancia y que, acentuado por la iluminación, hacen de ellas auténticas maravillas, obras de arte.