El ascensor


Fuente

 

La entrevista para el nuevo trabajo tendría lugar en un edificio céntrico.

Hacía mucho que Carlos deseaba una oportunidad laboral. Fue esa la razón principal para animarlo a vencer su timidez y llevarlo hasta la puerta del ascensor junto con un grupo de desconocidos con los que compartiría el breve viaje.

Además de su personalidad introvertida, Carlos sufría de claustrofobia, por lo que debía enfrentarse a dos difíciles circunstancias. Presentarse ante el empleador y permanecer encerrado en el ascensor hasta el piso 12.

Después de evaluar subir por la escalera y teniendo en cuenta su reciente operación de hernia, no tuvo más remedio que desechar esa posibilidad.

Mientras esperaba cabizbajo junto al grupo que esperaba el elevador, observaba con disimulo a sus ocasionales compañeros de viaje.

Un cincuentón obeso de traje gris topo con el clásico brillo del uso, camisa blanca y corbata al tono con algunas manchas, probablemente del aceite de las comidas del mediodía, lentes oscuros y gruesos.

Del otro lado, una mujer treintañera de pronunciadas curvas, típica recepcionista amante del jefe. Detrás de ella, un muchacho de cabello largo, atado con una banda elástica a modo de cola de caballo y con un diminuto arito en el lóbulo de la oreja. Los auriculares daban ritmo a los movimientos de su cabeza que iba de aquí para allá con la indiferencia y el desparpajo de los adolescentes.

El cuarto pasajero era él, veinticinco años, cabello corto, saco azul marino, pantalón gris claro, camisa blanca y corbata. El mismo atuendo que su uniforme en la secundaria.

Cuando llegó el ascensor, resultó mucho más pequeño que lo que Carlos había imaginado, pensó en no subir, sin embargo, el hombre obeso lo invitó amablemente con su brazo extendido a pasar detrás de la dama, y no tuvo ocasión de retroceder.

Una vez adentro, quedaron apretados uno contra otro. Es que el gordo ocupaba demasiado espacio y a la exuberante niña, nadie quería arrimarse para no dar lugar a malos entendidos.

-¿Todos van al 12? – preguntó el muchacho mirando a Carlos que pronunció un ahogado y débil

-Sí.

Comenzó el ascenso y con él, la claustrofobia.

De sólo saber que nadie bajaría antes, comenzó a transpirar.

Un silencio profundo se apoderó del reducido habitáculo y se sumó a la tensión que sólo se produce cuando personas desconocidas comparten un mismo sitio y esquivan la mirada de los otros para no parecer indiscretos.

El tiempo en esas circunstancias generalmente se hace larguísimo… y para Carlos… Una eternidad.

Llegando al sexto piso el ascensor se detuvo bruscamente, las luces parpadearon dos o tres veces hasta que finalmente… se apagaron quedando todo sumido en una oscuridad total.

Las exclamaciones de asombro no se hicieron esperar y el pánico en nuestro protagonista se manifestó en silencio y con sudor frío.

-¿Alguien tiene un fósforo? – preguntó el gordo

-Yo tengo un encendedor - dijo el muchacho que contorsionándose pudo meter su mano en el bolsillo trasero del pantalón.

-Quiero salir de aquí, pidan auxilio - dijo la muchacha.

-Calma… sólo es un apagón, seguramente lo arreglaran y todo volverá a la normalidad – dijo el voluminoso hombre iluminando el elevador con la llama del encendedor que se reflejaba en las paredes metálicas.

Carlos empezó a desesperarse, su pulso se aceleró y comenzó a pedir auxilio a gritos.

-No puedo respirar, apártense de mí, quiero salir ahora o moriré aquí dentro.

Sus puños y su cabeza golpeaban con furia los lados pasando por entre los rostros de los demás que no salían de su asombro.

-Cálmate, cálmate ya saldremos, no te enloquezcas, deja ya de tirar golpes, nos harás daño.- decía el obeso mientras trataba de proteger con un brazo a la mujer que chillaba histérica.

El encendedor calló al piso y todo quedó absolutamente oscuro.

Golpes y gritos se escucharon por casi una hora, luego… todo quedó en silencio.

Nadie respondía dentro del ascensor a los llamados de los bomberos.

Cuando por fin se abrieron las puertas un macabro espectáculo de sangre y muerte yacía en el pequeño interior.

Sólo hubo un sobreviviente que por su condición síquica, nunca pudo contar lo sucedido.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Ecency