Narrativa - TENGO MIEDO

TENGO MIEDO

A veces tengo tanto miedo, un miedo muy extraño. Tengo miedo de auxiliar a una mujer llorando en la calle, a un hombre desmayado, a un niño perdido. El concepto de cobarde habrá que reinventarlo. No se confundan con mi temperamento cada vez más domado, pero nunca me gustó arrojar piedras ante nada, sin querer dármelas de santo, solo lancé piedras frente al mar para verlas rebotar tantas veces sea posible hasta terminar en una remota eternidad en el fondo del mar, tal cual la novela “Piedra de mar”, lo hice con cuidado y prudencia, sin personas al frente, y resulta que ahora soy cobarde y soy culpable.

No me escondo en metáforas. Tengo miedo de ayudar a un mendigo con un falso récipe médico y una historia inverosímil, a los artistas ambulantes que no cantan, no bailan y me miran amenazantes con la mano extendida después de su acto, a señores que acaban de salir de la cárcel por asesinato -según dicen- y solicitan una ayuda para no tener que volver a hacerlo. A pesar de mi miedo, preferiría el asalto. Pero tengo miedo.

Da miedo la desconsiderada música alta y el silencio absoluto de las 6 de la tarde. Tengo miedo de la mujer embarazada que se nos acerca extraviada, y lo peor, ya no sé si sentir esta vergüenza por mi miedo. Tengo miedo de la sentencia que me dice que mi miedo es inducido o que mi miedo es parte de un renacer. Pero es terrible. He llegado a tener miedo del anciano necesitado y temeroso, y hasta tengo miedo de su temor. Seguramente yo doy miedo con mi cara de miedo. Nos alumbra el mismo sol culpable de la vida en gran medida. Nos cubre el mismo indescriptible cielo azul, y el mar sigue hermoso esperando repeler piedras indefensas de adolescentes que no piensan en su futuro, pues ya habrá edad para eso.

La sonrisa de un niño nos da esperanza pero igual sentimos miedo. Ese mismo sol a veces nos maltrata. Distintos tonos tienen el mismo azul del cielo y algunos vaticinan tormentas. El mar tiene sus propias reglas, mortales algunas de ellas. La prudencia y discreción dan miedo, pues todo se mezcla, y ya no sé si el miedo es de cobardes o te tontos o de valientes mal informados. Da miedo cruzar la calle con la luz a favor. Da miedo llegar a casa y da miedo no llegar. Tengo miedo de esta piedra que tengo en la mano en lugar de mi torpe lápiz, -piedra que una vez hice rebotar ante el mar-. Tengo miedo de mis pensamientos, de mi grito secuestrado por mi miedo. Se supone que no hay que tropezarse con la misma piedra y se han lanzado tantas. Se supone que debo ser valiente y luchar por lo que quiero, y tengo miedo de la torpe creencia de pensar que eso estaba haciendo mientras hacia lo único que se hacer de hecho. Habrá que reinventarse. Tengo miedo de esta profunda tristeza cotidiana de mi entender. Tengo miedo de mi miedo y de nunca hacerme entender. Tengo miedo de ese optimismo por que sí, que sigan citando pasajes de una biblia que no tengo claro quien escribió. Tengo miedo del valor, pues ya sabemos que valor no es el no sentir miedo, es otra cosa, entonces eso no es valor, es temeridad y eso da miedo. Tengo miedo de depender de los demás, por que se supone que esto -el mundo entero- es un equipo, donde veo que la mayoría no hace su trabajo, tengo miedo de amar como amo, de ser como soy. Tengo miedo pues se que no hay vuelta atrás.

Caracas; Venezuela. Enero 2018.

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Fotografía por @nel.alex

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