[ESP] Cuento «Tonada aguacate».

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Existe un antiguo mito que sostiene que contar historias puede curar enfermedades o salvar; sin historias, viviríamos un presente viejo. - Marcela Serrano.


     ¡Hola, comunidad!

     En esta ocasión quiero compartir con ustedes un cuento titulado Tonada aguacate, que escribí en 2017, durante una clase de Apreciación Literaria en la universidad, impartida por la profesora María Alejandra Rojas.

Imagen publicada por 12019 en pixabay.com.


Tonada aguacate

     Cientos de brotes de granos multicolor, apiñados entre las hojas del maizal, se resguardaban del inclemente sol que reclamaba los solitarios sembradíos en una áspera tarde. Un espantapájaros, custodio de esos recónditos parajes, viendo cómo el calor vibraba sobre las castañas hebras de las mazorcas -y sin ver rastro alguno de cualquier ave malamañosa, que se atreviera a enfrentar su vuelo al peso ardiente de la reverberación-, rompió su pose impuesta y se dispuso a acomodar su sombrero, una estopa vieja que se encontraba hecha un andrajo. El monigote descendió de su estaca y comenzó a estirar los tallos de sus piernas en una suave caminata por los altos pasillos del terreno. De repente, la quietud del paisaje labrado se vio interrumpida por la dilatación de un sonido; se trataba de una melodía juguetona, la cual subía y bajaba, como lo harían los pasos de un niño que juega sobre los peldaños de una escalera. El espantapájaros, sorprendido y ansioso por saber el origen de tan curioso eco, se dispuso a seguirle el rastro. Se detuvo atento a escuchar entre la languidez de las hojas, sólo para percibir que las notas se asomaban por momentos, para luego desaparecer.

     El espantapájaros, buscando el origen de tan melodioso fenómeno, poco a poco fue surcando los maizales, alejándose cada vez más de su sitio de vigilia. Ahora, adentrado en las tierras donde las raíces se funden con el monte, el silbido de aquel desconocido instrumento revoloteaba entre las ramas de los bejucos, las semillas en crecimiento del cacao, y las coquetas flores de un intrépido apamate.

     El espantajo -algo atemorizado por la experiencia de posar sus crujientes pies sobre la tierna superficie-, observó los alrededores y reflexionó sobre su recorrido, volviendo su rostro hacia el patio sembrado que había dejado atrás, desatendido. La onda del repiqueteo llovió sobre su introspección y esta no le permitió profundizar más en sus pensamientos y, atendiendo a la llamada de aquel ritmo melodioso, prosiguió su búsqueda adentrándose en lo frondoso del follaje.

     Sin darse cuenta, se encontró frente al susurro de un lago manso y espacioso. Vislumbró las aguas y acercó su semblante hacia la orilla; vio su rostro, era la primera vez que se encontraba con su reflejo. Revisando su boca de algodón -con el bagazo de sus dedos-, y viendo las hebras de maguey que sostenían las dos semillas de aguacate que tenía por ojos, se preguntó por qué era tan distinto a su compañero de labranza; aquel ser de pausado andar que era incapaz de soportar la áspera arremetida del sol sobre sus hombros y que, amablemente, le había fiado una camisa blanca y un sombrero para el cuidado del maíz.

     Siguió contemplando su semblante por unos instantes, hasta que reapareció ese cantar sin voz que, ahora, había dejado de ser distante. Se repuso y, determinado a encontrar el sitio exacto de donde emergía tan encantadora frase, observó sus cercanías con el más mínimo detalle. De lado a lado se paseaba su rostro enmarañado: era inútil, todo el lago estaba impregnado en aquella sinfonía, como si el mismo lago fuera el que silbara.

     El espantapájaros, intrigado, trató de entrar al agua, sólo para darse cuenta que la paja de sus pasos se veía separada de él al contacto, y flotaba latente sobre la superficie del lago, mientras el sonido se desbordaba en intensidad. Retrocedió dando pequeñas pisadas, se agachó rápidamente al filo de la orilla, y acercó su audición al reflejo titilante. Efectivamente, era el lago quien cantaba.

     Sorprendido por aquello, y sin entender lo que ocurría, permaneció observando lo espléndido de aquella visión por un momento. Reflexionó sobre sus pasos y sobre la labor dejada atrás. Vio su reflejo ondulado en el agua; tomó un suspiro y, cerrando sus ojos, se dispuso a caminar hacia las aguas.

     Poco a poco se fue desvaneciendo, sus numerosas y delgadas fibras absorbían el abrazo de las gotas, entre ondas que se abrían ante la calma de su marcha, mientras el lago palpitaba crecido ante aquel acontecer.

     Cuentan los pájaros que, desde ese día, no volvieron a ver al habituado monigote, cosa que les resultó extraña, ya que siempre fue disciplinado con el cumplimiento de su encargo hasta ese entonces. Para su sorpresa, un cachicamo nómada que pasaba por esos lares, les describió que había encontrado, mientras se refrescaba montaña adentro, una camisa y un sombrero roído flotando sobre el lago.

     Pasados los años, florecieron dos frondosas matas de aguacate entre las profundidades de aquel lecho. Frutos de los que comían las familias que poblaban los campos cercanos y, según cuentan los ancianos, un manjar tan mágico y delicioso que justo después de comerlos, sin los comensales percatarse, tarareaban una bella melodía que les alegraba el corazón. Canción que, al día de hoy, lleva el nombre de Tonada del lago de los aguacates.

FIN.

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Proceso creativo

     Este cuento surgió en clase como un ejercicio de escritura creativa. La profesora nos pidió que escribiéramos un cuento con lo que se nos viniera a la mente al momento, y nos dio un lapso de treinta minutos para hacerlo. En ese momento, unos pisos más abajo, y tratándose de una universidad de las artes, había una persona ensayando con una flauta trasversa que se podía escuchar claramente. La persona estaba practicando una escala musical de forma ascendente y descendente, que se hizo molesta después de un rato. De igual forma, se acercaba la hora del almuerzo y me atacaba el hambre -de ahí la imagen de los aguacates-.

     Para el cuento, decidí volver estas dos situaciones: la molestia de la repetición de la melodía y la sensación de hambre, en algo provechoso para la historia. Al mismo tiempo, se me presentó fuertemente la imagen de un espantapájaros en el campo, casi idílica, y me di a la tarea de desarrollar una historia, de tono existencialista, en torno a este personaje.

     Tonada aguacate es un cuento que logra conmoverme profundamente. Casualmente, el día que tuvimos esa clase, yo estaba de cumpleaños, y considero que esta pequeña historia es uno de los mejores regalos que me he dado a mí misma.

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     Espero este contenido haya sido de su agrado. Estaré compartiendo más publicaciones sobre mi trabajo y sobre contenido relacionado a temas que me apasionan.

     Pueden contactarme a través de mi cuenta en Discord: PaolasAntenea#4036; mi correo electrónico paoand9@gmail.com, o por mi cuenta en Instagram.

     ¡Estoy ansiosa por leer sus comentarios!

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