Los pies descalzos de Antonio
Sus pies curtidos, sucios, agrietados, saltaban, esquivaban y le daban a la pelota como si la piel fuera un duro cuero. Su velocidad impresionaba a grandes y pequeños quienes veían en Antonio un futbolista nato o un corredor veloz. Cuando los niños se reunían a jugar, todos querían ser del equipo de Antonio quien siempre metía los mayores goles o era el primero en llegar a la meta.
Cierto día, un entrenador profesional vio a Antonio jugar e inmediatamente vio todo el potencial deportivo que tenía el niño. Sin perder el tiempo, se propuso a entrenarlo y hacerlo un gran deportista. Los padres aceptaron y desde ese mismo día comenzó todo un entrenamiento especial que hizo que Antonio no jugara más nunca con sus amigos.
Sin embargo, a pesar de entrenar diariamente, Antonio ya no era tan veloz ni carismático como antes. Debido a esto, el entrenador se decepcionó y ya no quiso preparar a Antonio. Cuando Antonio volvió a las calles de su barrio con sus amigos, lo primero que hizo fue deshacerse de los zapatos deportivos. Sus pies descalzos, como pajaritos libres, volaron sobre el asfalto abrasador y como si los pies fueran de hierro, chutaban la pelota anotando un millón de goles.