Las ocho oportunidades de los gatos
Luego, creyendo que los dioses estaban conmigo, me jugué tu amor y salí perdiendo. Entonces los gatos, como revancha, hacían conciertos nocturnos recordándome el paraíso conocido. Los vecinos que también habían tramado una venganza, me veían asomarme a la ventana y en silencio contemplaban a los felinos avivar huracanes de quejidos que llenaban la noche y el cielo de pecados y sonidos.
Fue entonces que te busqué exigiendo segundas oportunidades. Los gatos vieron cuando volviste. Con cierto recelo te vieron entrar, pero sabían que las horas estaban contadas, que la idea de infinito se había perdido. Yo no lo sabía en ese entonces porque ni los árboles saben cuándo termina un ciclo. Así que humano, caí en las mismas equivocaciones, descuidos y omisiones. y otra vez te fuiste.
Ahora los gatos desde los tejados muestran una cierta compasión en sus quejidos. Como por pena han ido a aparearse sobre los techos de los vecinos. Desde lejos los veo correr detrás del fruto prohibido, sabiendo que sus ocho vidas los hacen jugar como niños. En cambio para el hombre una segunda vida es un gesto de altruismo que si no la sabemos aprovechar caemos en el más doloroso olvido.