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La gota que hizo derramar el río (Relato corto)


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La gota que hizo derramar el río

La madre llega al río con sus hijas. Cada una trae una canasta con ropa sucia que deben lavar antes del mediodía. El sol ardiente y el cielo azul se reflejan en las aguas cristalinas que corren entre las piedras llenas de musgo. Los hombres han quedado en la hacienda durmiendo. Ayer fue una noche larga llena de aguardiente y música. Nadie vio cuando las mujeres salieron, aunque ya eran las 9 de la mañana y la faena esperaba por ellos.

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La mujer adulta, madre de las otras, restriega la ropa con fuerza, mientras las más jóvenes van poco a poco sacando espuma. Una de las jóvenes está callada y aunque en todo el camino le hicieron preguntas, se mantiene callada y con la cara enjuta. La madre la mira de reojo y presiente lo que oculta, pero no quiere pronunciar aquella palabra que tanto le asusta y sigue restregando telas con las manos callosas y duras, con un susto en el corazón al ver que su hija sigue muda.

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Decidida, la madre le pregunta y la hija con la cara baja confiesa su desventura. Mientras la joven habla, todas las otras mujeres escuchan y esperan que se desahogue porque la pena en su corazón es mucha. Palabras y lágrimas salen como si dentro de ella hubiese una gran lucha y van a dar al río que se oscurece como las tardes cuando se enlutan. Cada lágrima cae y resbala por sobre la ropa sucia y el río se pone turbio por todo aquello que se escucha.

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Luego del mediodía, los hombres despiertan aturdidos por el paso de tiempo. Extrañados notan la ausencia de las mujeres y la soledad en el firmamento. Apremiantes van al río sin mayores contratiempos y se encuentran el río solo y las ropas regadas por el viento. No hay mujeres, no hay nadie, solo el río desbordado por tantas lágrimas de sufrimiento.

HASTA UNA NUEVA OPORTUNIDAD, AMIGOS