El niño de los mandados
Un día, apareció en el barrio un niño de unos 8 años que, por su aspecto humilde, a nadie le pareció extraño y que inmediatamente hizo contacto con la mayoría de los muchachos. No era raro ver a aquel niño haciendo los mandados: que si lleva estos papeles, que si lleva este recado, que nadie te vea ni te oiga, para que nadie sepa dónde estamos. Y el niño corría con más energía que un dinamo y así se ganó la confianza de todos los que en aquel grupo participábamos.
El gobierno era cada día más opresor y ya no le importaba mostrar su cara de dictador. Así que ante cualquier rebeldía e insubordinación, oprimían al que fuera: niño, anciano, empleado o profesor. Por las redes, la radio y la televisión, defendían sus atrocidades a favor de la revolución. Ante esto, de manera oculta, en los barrios se planificaba una agitación para así acabar con aquel gobierno, a todas luces, maltratador.
Pero un día, eran como las 9 de la noche, creo yo, llegó un comando de militares que con fuerza irrumpió, en nuestro escondite ideado para lograr la sublevación. Muchos logramos huir de aquella situación, pero otros fueron apresados y llevados a prisión. Con los años se supo, con gran tristeza y conmoción, que aquel niño de los mandados había sido el traidor.