El comienzo de la ceguera
El hombre saludó efusivamente como si fuera un viejo amigo del barrio. La gente reunida, con todas sus miserias, se le quedó observando. Como un zorro cum laude, el hombre observó la reacción arisca de la gente y se acercó a un grupo de mujeres y hombres, y le dio la mano. Sorprendidos y andrajosos, famélicos, iguales a sus perros sin nombre y sin dueños, tendieron sus callosas y sucias manos haciendo reverencias con la cabeza.
Al percibir este gesto de pleitecía, comenzó su discurso: Yo soy igual que ustedes, que padece las mismas penurias. Como ustedes, padezco la delincuencia -dijo y la gente se miró de arriba abajo consciente de sus pocas pertenencias. El hombre no se amilanó y siguió su monólogo: como ustedes paso hambre y cada día debo buscar el pan para mis hijos. Mi intención es hacerles las cosas más fáciles -dijo y un puñado de personas gritó "Bravo, bravo", con mucho brío.
Al ver aquella reacción, el hombre se sintió fortalecido: "Habrá un bono para aquellos que no trabajan, también les daré una casa, un bono igual para las embarazadas", y así siguió prometiendo sobándose su panza. Pero eso sí, dijo como si fuera una amenaza, deben votar por mí porque yo soy su pana. La gente reunida alegre y eufórica exclama: "Presidente, presidente", sin darse cuenta de la mentira y la maña.