Caminando con los muertos
Cuando el hombre llegó a la casa, los niños que jugaban lo miraron con recelo. Eran tres: uno de 9, 7 y 5 años. El hombre le preguntó a la mujer: ¿eso son mis hijos? Y la mujer dijo de manera seca: sí, y siguió hacia la cocina. Desde donde estaba, el hombre vio que los niños descalzos y sucios lo miraban con miedo. El mayorcito lo miraba fijamente, mientras que los otros dos se tapaban el rostro con la cortina. El hombre volvió a decir: ¿Han preguntado por mí? La mujer regresando de la cocina, le respondió: varias veces, pero les dije que estabas muerto.
_¿Y por qué le dijiste eso, mujer? ¡Ahora me miran con miedo!
_Porque fue mejor decirles que usted se había muerto y no que nos habías abandonado. Sus hijos no lo recuerdan con rabia, porque no lo conocieron. Cada domingo, ritualmente, salgo a llevarle flores a usted al cementerio y las dejo en cualquier tumba, y llego a mi casa con las manos vacías. Cálmese, mis hijos lo ven con miedo no porque sepan que usted es su padre, sino porque desde hace 5 años, desde que usted salió de mi casa, la muerte había estado detrás de usted y por fin lo ha encontrado.