Panem Nostrum

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Panem Nostrum

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Esta historia se desarrolla en el presente actual, año 2020, plena pandemia, en Caracas, Venezuela. En un apartamento pequeño con una gran ventana, un altar; que no es más que un repisa con objetos diversos, algún mueble, un perchero, un televisor, una laptop, una máquina de coser, un maniquí de costura, telas muchas, perchas, periódicos, un banquito, alfombras, una mesa y una biblioteca. Al entrar, Patricia se saca los zapatos, la ropa toda, suelta paquetes y morral, se baña en alcohol y cantando entra a la ducha. se siente renovada, inspirada e inquieta. Recuerda una poesía de la infancia. El espacio parece recreado por un prolijo escenógrafo. El espejo reluce. La impecable alfombra boudeau ocupa casi toda la sala, las lámparas parecen estorbar, pues cuelgan a distintos niveles, una pared de discos de acetato hace de fondo para la mesa en la que sobresale una máquina de computadora Laptop de la que emergen libros, papeles sueltos, una bandeja con vasos, un cenicero, una lámpara y un atril cargado de papel impreso.

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En el centro del escenario, respirando y estirando se encuentra Patricia. PATRICIA: Estoy en el centro del mundo. Todo lo tengo y no me falta nada. La esencia de mi ser es la realidad última, raíz y sustento del Universo. Aham Brahmasmi… Aham Brahmasmi… Aham Brahmasmi. Respiro. So Hum (Respira. Hace movimientos, se despereza. Hace posturas de yoga)... So Hum (Respira. Suena un mensaje en el celular)… Un mensaje de whatsaap... ah, ¿qué? me incluyeron en el Colegio Las santas perpetuas, 36 mensajes. carajo! Ahhhhh! Otro grupo… noooooo… na… me entró la curiosidad. ¿Quiénes estarán? Chama, mis amigas… ah noooo, las bodas, los hijos, el éxito, la fantasía, el dinero, la tontería y el qué dirán… No sé si aguante una semana… No puede ser tan difícil o aburrido… (Respira profundamente) So Hum… Aham… Brahmasmi… Aham Brahmasmi… Aham Brahmasmi. La esencia de mi ser es la realidad última, raíz y sustento del Universo. Respiro y vuelvo a mi centro.

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PATRICIA: Siempre quise estar en el centro de los acontecimientos. Escuchar todas las voces, conocer cómo son las personas de otros países. Cómo podría ser su olor, sus voces y, sus risas, su pasión… encontrar la belleza de otros lugares, en atardeceres y frutas, paisajes y acentos, música y tejidos. Mirar diferentes sonrisas. ¿Será distinto el olor de otros países? Los aromas… somos lo que comemos. Quizá la gente huele a sus flores, sus frutos, a su tierra, eso debe ser. (Come). ¡Paz interior y sobrevivencia, diez pasos para alcanzar el éxito después de la pandemia, ¿cuál podrá ser el nombre del libro? Tiene que ser llamativo, esperanzador, ¿práctico? (Piensa) Ah… Esos nombres no, demasiado sosos, pavosos… en alguna parte de mi inconsciente está ese nombre. Sólo debo dejarme fluir… (Suena el teléfono. Conversa con su clienta): Señora Bertilda, ya le tengo el vestido, sí, a la medida, sólo faltan unos detalles para terminar… ¿será que usted me puede transferir al menos la mitad?, sí, para comprar elástica y otras cositas, ¿cómo? ¿Qué no? ¿Que cuando termine? Pero si yo le compré la tela, (Tapando el auricular. Al público), cuatro horas de cola, pa´ comprar la malvada tela... Está bien, ya está casi listo, seguro que le ajusta en la cintura, claro, la caída hasta sus rodillas (Subiendo el tono, casi gritando) y la gata no tiene comida, esa es otra que come más que el remordimiento, y le quiero hacer sus galleticas de avena… No se preocupe señora Bertilda, para el martes ya lo podrá lucir… que esté bien… besitos… ¿Para dónde va a lucir ella ese vestido con tanta premura? ¿Para ir a la iglesia? ¿Para comprar al camión? ¿A caminar los sábados de flexibilización para la tercera edad? ¿A dónde carajos? pichirre, mezquina, y yo que me coma un cable. La comida, la comida… todo por nuestro pan, si tan sólo fuera confesarse y comerse la hostia con jamón y queso… (Gruñe. Tranca la llamada. Hace sonidos extraños para drenar y vuelve a relajarse. Va a revisar las telas). ¿Saben una cosa? Lo traigo a colación porque son feas sus acciones, y mezquinas, egoístas. Me gusta más a mí la belleza… una vez vi una frase en el título un artículo: “Comprar papas con belleza”… me gustó ese título, escuchar con belleza, belleza al pensar, al sentir… belleza al vestir, al andar, al hablar y al ser. Debía ser esa la primera materia que nos enseñaran en la escuela. Además la belleza unida a la bondad, una buena dupla para la filosofía de vida perfecta.

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Yo descubrí la belleza en las telas… (Juega con las telas, desfila, hace algún truco de magia) Desde la antiguedad hasta ahora necesariamente son para cubrirnos del frío, para protegernos de agentes externos, para cubrir nuestro pudor… pero cuando nuestro cerebro descubrió la belleza, cuando tuvo noción de ella, el mundo tomó otro matiz, otro cariz, lo que hace, para mí, que valga la pena vivir, sólo por eso vale la pena vivir… descubrí las telas cuando era una niña. La vi a mi tía, dibujar, trazar, medir, recortar, calcular, coser, soñar, transformar un trozo de trapo en una obra de arte… vi a mi madre escoger los linos, la seda, el algodón. Nunca la lana. Hace mucho calor donde nací. Entonces íbamos a la tienda del centro, atendida por un señor español de gran estatura y evidente belleza y elegancia, vendía todo tipo de telas... maravilloso, todo tipo y mientras mamá y mi tía escogían sus exigencias, yo recorría el lugar tocando cada espécimen vegetal-sintético coloreado y diseñado… (Dibuja en un gran folio. Juega. Baila. Diseña) Yo caminaba largos pasillos dibujando nubes y flores en el raso, el jersey, los distintos tipos de seda, el torchón y el tul, el algodón en sus distintas formas. El aire acondicionado y el olor a nuevo me resultaban de gran sensualidad. Siempre quería acompañarlas y me llevaban, ya luego me puse por meta aprenderme todos los nombres extraños de las telas, después ya las reconocía y las recomendaba. Empecé a fijarme en la caída, el vuelo, la suavidad, las texturas. El universo se abrió para mí. Mi vida se determinó desde esos días. Preparo mi colección postpandemia. Me hace mucha ilusión. Pero mientras tanto me gano la vida cosiendo… hasta que todo esto pase y se acomode la cosa.

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Evito que las cositas de mi altar se llenen de polvo, la brujita, el mundito de sacapunta, el principito, la Venus de Milo, las mariposas, los minilibros que compré en la feria, mi sombrero de la suerte, las lucecitas, el angelito argentino, flores, guantes, bufandas, las castañuelas originales, velitas… etc... Yo me recojo, me voy hacia adentro, me abrazo a la prudencia. Me quedo quieta y pienso. Medito mucho. Sólo a través de la ventana dejo entrar al mundo y entre gritos, risas y llanto reflexiono sobre el otro. Puedo viajar a través de esta ventana. Incluso he ido hasta el patio de mi escuela. He jugado a la liga y he ganado siete metras. A veces, cuando tengo suerte puedo mirar las estrellas de mi infancia, infinitas y perfectas (Llora. Recorta estrellas y las cuelga en su ventana). Le respondo a mi ventana con un suspiro, una lágrima o una carcajada, los gemidos se esconden detrás de la cortina. A veces siento la respiración del mundo a través del silencio, de sabernos vivos en ese tedio que llaman existencia. Y sientes el tiempo transcurrir, sientes la respiración del universo, una conexión. Y estamos todos en ese instante, vivos, completamente y sin consciencia… Desorientados. Buscando respuestas para estar en paz y sobrevivir. Padeciendo sin buscar la sonrisa o la belleza. ¡Espero no salir loca de esta pandemia! He llegado a pensar cada cosa, a tener cada curiosidad… Gracias a la ventana descubrí al asesino que envenenó a los gatos, el mismo que se embriaga día por medio y enciende su moto cada hora. Por la ventana me entero si llegó el agua, a como está el dólar y si hay mucha cola para echar gasolina… y también me despierta en las mañanas. ¡Si pudiera volar y visitar las ventanas de otras personas! ¿Qué harán los otros en este momento en que escribo?… ¿qué sueñan y a quién aman?… si sufren o bailan, o si simplemente juegan ajedrez... Yo sigo atesorando reliquias: Don quijote y Sancho Panza. Sócrates. Mis diosas y dios. Pandemia igualadora. Da lo mismo estar aquí que estar allá. Es lo mismo. Estamos invitados a descubrir el único espacio que nos salvará: nosotros mismos. Difícil mirarse al espejo.

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