La vieja que no devolvía los balones


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Una tarde de invierno, fría y húmeda se acercaba el niño nuevo en el barrio, tímido e introvertido que miraba deseoso de unirse a un grupo de chicos jugando fútbol. Se trataba de un lugar apartado del pueblito, un estadio mal dimensionado formado por tierra y malezas en los costados, para anotar los goles estaban dos piedras ubicadas al centro de la cancha simulando ser arcos de fútbol, la pelota parecía un poco gastada. A unos metros del lote de juegos estaba una casucha de teja, parecía abandonada.

Los niños notaron la presencia de Tomi (el niño nuevo) y de inmediato accedieron a unirlo en uno de sus equipos. Tomi era torpe para driblar el balón, no acertaba en los pases y peor aún al arco; en uno de sus torpes tiros pateó fuerte el balón que fue a dar directamente al patio de la casucha.

Los demás niños estaban furiosos con Tomi, pues aseguraban que la anciana que vivía en ese lugar nunca accedía a devolver los balones por lo que empezaron a amenazar a Tomi diciendo que si no les devolvía el balón tendría que traer uno nuevo al día siguiente y que ya no volvería a jugar con ellos.

Tomi hechó a llorar, pues venía de una familia monoparental sin recursos, ¡no tenía para comprar un balón!

Ante la insistencia de los 8 niños, Tomi se armó de valor y fue hacia la casa, temeroso y avergonzado tocó la puerta mientras los demás niños permanecían agazapados detrás de los matorrales y escombros para evitar ser vistos por la anciana; ella abrió la puerta, su mirada perturbadora daba la sensación de enojo, tenía una gran nariz cubierta de verrugas, su cabello estaba desaliñado, y sus aspecto corporal ¡parecía el de una bruja!

Sin decir palabra, tomó el balón furiosa y lo llevó consigo hacia dentro de su casa y justo antes de cerrar la puerta empezó a mirar a los demás niños adviertiendo que estaba al tanto de su presencia, y estos al darse cuenta de ello salieron corriendo despavoridos, menos Tomi que seguía parado frente a la puerta lloriqueando.

Al día siguiente los 8 niños se volvieron a reunir a horas de la tarde para averiguar qué había pasado con el niño nuevo ya que no se había presentado a la escuela y no lo habían visto en todo el día, pero cuando llegaron al lote de juegos se quedaron sorprendidos, había 8 balones ubicados al centro de la cancha, y junto a ellos estaba Tomi sentado sin poder levantar su rostro.

Corrieron para preguntarle qué había ocurrido, pero este no lograba articular palabras, tenía la mirada perdida con expresión de terror. Cuando vieron la puerta de la casucha abierta (cosa que no era común) pensaron que algo raro estaba pasando; temerosos decidieron entrar uno tras otro. Cuando el último de los niños entró a la casucha Tomi levantó la mirada hacia él y se hechó a llorar en el mismo momento en que la puerta se cerró por completo.

Pasadas varias horas los padres de los 8 niños estaban desesperados, interrogaban a Tomi entre sollozos, los balones seguían en el campo de juego, Tomi no hacía más que llorar con su mirada perdida. La policía allanaba la casucha, pero no lograron encontrar nada, nunca se supo del paradero de los 8 niños y mucho menos de la vieja que no devolvía los balones...

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