El joven de la carretera


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Iba camino hacia el Estado Aragua, en una trayecto del camino vi a un joven que con su dedo extendido pedía una cola, lo que llaman en otros lados un empujón o llevarlo hacia otro lugar.

Me detuve y le dije:

-Sube muchacho… ¿A dónde vas?

Este me miró fijo, abrió aún más los ojos y con mímicas y sonidos parecidos a palabras trataba de comunicarse.

Recordé que en alguna oportunidad me había cruzado con alguien como él, luego supe que aquel fulano era mudo pero no sordo.

-Mira, yo voy hasta Valencia y después sigo para Maracay.

El, asintió con la cabeza y subió al camión.

Llevaba una mochila pequeña que dejó entre sus pies, me extendió la mano y sonriendo dijo algo parecido a un… gracias.

Su mano era fuerte y el apretón sincero. Sonreí y le indiqué donde tenía el filtro con agua para que tomara y me diera un trago.

Lo noté desorientado como si no supiera como hacerlo.

Le enseñé y como brindando por la compañía nos tomamos todo el contenido del envase.

Yo tenía una gastritis crónica, que me llevara más de una vez a una úlcera de duodeno.

El joven era alto y muy delgado, calvo, de orejas pequeñas y ojos grandes, parecía tener unos veinticinco, quizás menos, difícil adivinar por la temprana calvicie.

Se mantenía callado, claro si no podía hablar y mirando fijamente la carretera, le pregunté algunas cosas y me respondió con gestos que no entendí

Llegó el medio día y paramos en un restaurant de esos que hay al costado de la ruta.

-Vamos a parar a comer algo y dormir una media –le dije– mientras desaceleraba el camión y la estacionaba debajo de un árbol.

-Ven, acompáñame… yo invito.

Nos acomodamos en una mesa desde donde podía ver el camión. No quería correr ningún riesgo de robo con la carga.

-¿Qué te parece una parrilla con ensalada? –Pregunté

Sonrió y lo tomé como un sí.

Me sorprendió que dejara la carne y se comiera toda la ensalada.

De inmediato pensé que era vegetariano y me discriminé mi mala comunicación, hubiera sido más sencillo darle el menú y que escogiera, pero mi motivó el hecho que tal vez por su condición no supiera leer.

Después del almuerzo fuimos a descansar en el camión, la intención era cerrar los ojos un rato para continuar el viaje.

Me dormí profundamente.

Soñé que el joven me contaba de donde venía.

Un lugar lejano, con costumbre raras donde no existía la violencia y el ayudar al prójimo era su principal misión.

Durante el sueño conocí a su familia, padre, madre y hermanos altos y flacos como él.

Cuando desperté del sueño o aun en este, tenía la palma de su mano sobre mi cabeza, su mirada me inspiraba confianza y mucha paz.

Quise incorporarme sin embargo, lo único que pude mover fueron los ojos para ver cómo se ubicaba debajo de un poderoso haz de luz, hasta que desapareció.

Nunca supe que pasó, si fue sueño o alucinación, lo cierto es que el joven no estaba y mi gastritis crónica se curó.

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Ecency