La dulce espera


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Cada vez que vuelve de su insconciencia en la cama de hospital ve una figura difusa sentada en una esquina de la habitación. No puede enfocarla porque el accidente cerebral que le produjo una subida repentina de la tensión arterial ha roto vasos del cerebro, produciéndole un derrame que no solo lo tiene ciego sino también inmóvil.

Es curioso que él, todo un atleta durante casi toda su vida, sin ningún tipo de dolencia o enfermedad, esté pasando por estos amargos momentos, como si hubiera ganado el premio mayor de la fatalidad.

Su cerebro está moribundo, sus neuronas solo recuerdan el sol de ese día, el tiempo ya no existe y muerto entre su cuerpo con vida puede escuchar y percibir el dolor de sus familiares, que fugazmente lo visitan.

De vez en cuando sombras borrosas como la de la persona que se encuentra sentada en el rincón, que asume tal vez sea la enfermera de turno, pueden distinguir sus ojos.

Su corazón es un péndulo magnético que se altera a cada instante y lo lleva al mundo de los sueños repetidamente.

Lucha por vivir con todas sus fuerzas, como el salmón que nada contracorriente, buscando regresar al sitio donde nacieron a colocar sus huevos.

Por momentos siente que va ganando la batalla, cuando puede por su voluntad mover levemente un dedo de su mano y cuando flashes que explotan le traen algún recuerdo de su vida.

Se siente como una momia que es ajena al dolor corporal, a pesar que su brazo parece una máquina de auto lavado surcado de mangueras y transgredido por agujas.

Por momentos se cansa y entre brumas ve la posibilidad de abandonarlo todo, de liberar a los que ama del lastre de su cuerpo exánime.

A veces igualmente duda estar vivo, se siente como una roca o como un extraño ser capaz de percibir intuitivamente lo que ocurre a su alrededor pero incapaz de que alguien pueda conocer lo que siente.

Sus pulmones deben ser auxiliados por una máquina de oxigeno que a través de una mascarilla introduce este en su cuerpo.

Cada día que pasa es una ruleta, un biombo de lotería donde los números señalan la vida o la muerte.

Una noche a sus ojos llega la vista y puede ver a la persona que está sentada en el rincón, es una dama con una belleza cautivadora y extraña.
Al notar que la mira se levanta y se acerca a la cama, caminando parsimoniosamente, como la modelo que desfila para ser admirada.

Llega a su lado y le dice.

-Levántate, vamos a dar un paseo.

-No puedo.

-Si puedes, si lo deseas.

Sigue sus órdenes y con sorpresa se levanta de la cama y tomando de la mano a su acompañante sale del cuarto.

En el pasillo mira de reojo a donde antes estaba y puede ver a las enfermeras que corren presurosas y su cuerpo inmóvil en la cama.

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Ecency