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Rebeca estaba en el cafetín donde se había citado con Pablo para volverse a ver, ella se sentía ansiosa, las manos le sudaban sin cesar, no dejaba de ver por la ventana, en cada abrir de la puerta sentía su corazón latir más fuerte de la emoción del reencuentro le producía.
Rebeca y Pablo llevaban dos décadas sin verse, ya no eran los mismos de antes, a ella siempre le preocupo tener buen físico por lo que su aspecto era delgado con musculatura bien definida, pero muy a pesar de los cuidados físico su aspecto no era el mismo, su rostro no era tan terso a pesar del tratamiento con células madres que se inyectaba cada cuanto, simplemente no era una treintañera.
Por quinta vez se abrió la puerta del cafetín, entonces apareció un hombre de unos cincuenta y tantos años, algo gordo, panzón, su rostro mostraba el paso del tiempo, su pelo cano, incluso su espeso bigote, tímidamente se acerco hasta la mesa donde se encontraba Rebeca.
Pablo la reconoció a penas entro al cafetín, Rebeca tenía los codos sobre la mesa y las manos tomadas muy cerca de los labios, así él siempre la recordó.
_ Hola, Rebeca - le dijo Pablo a Rebeca.
Rebeca, por un instante había estado ausente del lugar evocando el pasado vivido con Pablo, la pasión que habían compartido mientras vivieron juntos.
De repente, escucha muy cerca de ella un voz conocida de inmediato voltio la cabeza para mirar el rostro de la persona que la saludaba. Rebeca miro con extrañeza aquella cara que la miraba con emoción, pero la mujer no lograba reconocer el hombre que estaba parado muy junto a ella, nada quedaba del ayer, solo una sonrisa retorcida le confirmaban a Rebeca que ese hombre era Pablo.
Rebeca volvió de su asombro y trato de recobrar la compostura, se mostro lo más amable posible, sin embargo, una voz muy dentro de su cabeza y su corazón solo le decían el tiempo Rebeca ya paso.
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