Anticipar tiempos de incertidumbre | Contenido Original

Daniel,  de cuarenta años,  no le saca la  vista a la pelota. Orgulloso ve como su pequeño con apenas cinco la conduce con gran maestría por el fino engramado del parque. Con parsimonia y desgano mira lentamente el reloj de pulsera, sabe que no debe excederse del tiempo. Por cuestiones de la pandemia se ha restringido el horario de las actividades infantiles.

A momentos la mente del joven padre divaga. No deja de pensar que su hijo tiene ya dos años fuera de la escuela. A estas alturas ha perdido casi dos niveles  de la educación inicial. Que según él conoce es fundamental para avanzar en los ciclos superiores. No se miente Daniel, su hijo tendrá que lidiar con el rezago. Pero también piensa en su hermano menor, de dieciocho, al terminar el bachillerato se ha quedado en una especie de limbo, no tiene idea si se reanudarán los estudios universitarios.


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Daniel es un hombre sensible y gran conocedor de la realidad social. Su labor consiste en generar ideas en  una fundación cuyo propósito es diseñar políticas para la juventud desocupada del mundo. Su área de investigación son las desventajas que conlleva una educación deficiente, más en estos tiempos de globalización  cuando han cambiado los paradigmas de las relaciones de trabajo…

Al igual que Daniel, millones de personas en todo el mundo van calibrando el efecto que la interrupción ocasionada por la pandemia puede tener en el futuro de los jóvenes. Es un hecho que mientras menos preparación más difícil es insertarse en el competido y restringido mercado laboral.


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 Pero la pandemia solo vino a agravar una situación que ya venía dándose desde comienzos de siglo. El crecimiento poblacional ha sido superior a la creación de empleos de calidad, por lo que la población joven tiene años enfrentándose a un terrible drama, la precariedad de los trabajos para generar un sustento.

Lejos quedaron los tiempos en que la vida se regía por una receta muy simple: se estudiaba con ahínco, se esforzaba  para prepararse lo mejor posible y luego, con un título en la mano, era casi seguro el acceso a un empleo de calidad. Con esa fórmula millones de personas en todo el mundo lograron la mejora de las condiciones de vida, en un proceso permanente de promoción social.


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Pero las condiciones han cambiado. En estos tiempos de globalización no basta con haber hecho bien la tarea, no es suficiente tener una buena preparación para aspirar a la promoción social, el título ha perdido su importancia para garantizar un mejor nivel de vida, pareciera que los buenos empleos no alcanzan para todos.

El desconcierto se ha instalado en la juventud, hay desánimo y con él un desencanto sobre el valor de la preparación personal. Prueba de ello son los millones de jóvenes que han perdido el deseo de formarse, estadísticamente reciben el nombre de “ninis”. Según estadísticas de las Naciones Unidas en el año 2016, 259 millones de jóvenes en todo el mundo estaban en esta situación, sin empleo y sin estudios. Lo grave es que la tendencia no disminuye, se estimaba para antes de la pandemia, que en este año 2021 los “ninis” superarían los 273 millones de jóvenes.


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Es obvio que las nuevas generaciones necesitan algún tipo de respuesta. Ellos no son responsables de un diseño social en el que algo no ha quedado bien, en el que la exclusión sigue siendo una terrible realidad. Quizá como en el pasado la educación pudiera ser una buena aliada para remediar la situación, pero habría que repensarla seriamente.

La tendencia de la educación es a cambiar muy lentamente, muchos de sus esquemas se han quedados rezagados en relación con el ritmo de los tiempos. No sería exagerado concluir que se sigue preparando gente para un mundo que dejó de existir.


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Claro que no es fácil determinar cuáles serían los saberes prioritarios, porque ciertamente la educación que hemos tenido ha servido para poner en común una serie de valores fundamentales para la convivencia, y que siguen teniendo plena vigencia. Normas como el respeto, la tolerancia y la solidaridad se cultivan al interior del espacio  escolar, eso no puede desaparecer porque la escuela es un gran vehículo de cohesión social.

Sin embargo, la larga permanencia en el sistema escolar debe ser más provechosa. Es necesario incorporar nuevos saberes que habiliten a los jóvenes de manera más efectiva, abriéndoles opciones más adecuadas para los tiempos que corren. El fomento de hábitos para el aprendizaje permanente debe ser un objetivo de los programas educativos, de igual modo el conocimiento de la tecnología como medio para la autoformación y el emprendimiento.


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Es importante que los jóvenes vuelvan a reconocer la importancia de la educación en sus vidas. Despertar en ellos el amor por la formación. Para ello es importante ofrecerles algo que les sirva. De otro modo seguirá creciendo el número de los “ninis”, y con ellos la incertidumbre hacia el porvenir.

Contenido elaborado con motivo del Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, una fecha dedicada cada 15 de Julio, a llamar la atención sobre los retos y desafíos de la juventud para adquirir habilidades que les ayuden afrontar la nueva economía.


Escrito por: @irvinc

Edición e imágenes: @fermionico


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