No hace mucho tiempo, hace muy poquito quizá un par de añitos, un muchacho salió a cazar al monte. Le pasó algo curioso, de esas cosas que solo le pasan a uno cuando se está solo. La cosa era que no estaba del todo solo, iba con un compañero pero uno fue por un lado y el otro por un camino distinto. Era justo la temporada para cazar venados y los hombres fueron preparados con lo poco que se necesita para pasar la noche en vela pendiente del cebo puesto para su presa.
El muchacho más joven encontró una mata no muy lejos de donde puso su cebo y guindó su hamaca. La noche se hacía pesada y había un frio agradable para dormir un rato.
El pobre muchacho se despierta sobresaltado sintiendo que le levantan un pie. Lo primero que ve es el arco de un bastón rodeándole el tobillo y cuando levanta la vista inmediatamente, arriba de él, encaramado en la mata está un hombre enano desnudo halándole el pie con el bastón.
De un brinco salió de la hamaca y agarró su rifle.
-NO TE ACERQUES - gritó mientras apuntaba al enano, la puntería imprecisa por el temblor que le recorrió.
En medio de la oscuridad empezó a desaparecer de un lado y aparecer por otro, riendo del joven con una voz muy profunda.
¡…Giraba y apuntaba, a la derecha, a la izquierda… no, detrás…!
El enano siempre aparecía de espaldas, nunca mostró la cara.
Sus carcajadas burlonas atormentando al muchacho.
-Agarra tu mochila y vente conmigo- dijo el enano y como demoró hablando el muchacho al fin disparó.
Eso, sea lo que sea desapareció en medio de su risa profunda, pero no sin dejar detrás una llamarada de fuego que casi alcanzó al asustado muchacho.
Solo, en medio del monte y en la oscuridad no sabía qué hacer y cuando el pánico se asomaba apareció su compañero.
-¿Cazaste algo?
De todas las cosas que pudo haber cazado el muchacho lo que cazó esa noche fue un susto.
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