Al fin llegué, mami, por poco no me dejan pasar en la puerta, dicen que se robaron algo por aquí cerca, ¡ya no hay tranquilidad en ningún sitio! He pasado un trabajo para llegar, el transporte malísimo y hoy no ha sido un día muy bueno que digamos. En cuanto me levanté todo ha sido un problema detrás de otro y desde que tú no estás en casa ya no es lo mismo. Papá sigue bebiendo. A veces son las altas horas de la noche y ni hemos comido.
¡Te traje las flores que te gustan! Si tuvieras un pedazo de jardín aquí, estoy seguro que sembrarías un arbusto. Sé que adoras las flores. Para que no te sorprenda si alguien que no sea yo te lo dice: no me ha ido bien en la escuela. La profesora de Matemática la tiene cogida conmigo, no hace otra cosa que regañarme por cualquier detalle. Debe ser porque el único que no le dio un regalo el Día del Maestro fui yo, pero la verdad que ni una flor encontré y estamos sin dinero.
Sí, yo sé lo que estás pensando: que lo más importante es portarse bien y ser un alumno ejemplar, pero la cosa se ha puesto dura, mami. Hoy mismo en la casa no hubo ni un pan para desayunar. ¡Contigo eso no pasaba! El otro día me dijiste que el pan hacía que la presión arterial te subiera y en el fondo lo que querías era dármelo.
¿La novia? ¿Qué novia, mami? Si no tengo un peso a veces para la guagua, voy a tener para aunque sea invitar a una muchacha a tomarse un refresco. Por cierto, ¿tú te acuerdas de la cafetería que montó Juan en el portal de su casa? El vaso de refresco cuesta ahora 20 pesos. ¡Pareciera que está hecho con agua bendita!
Si tú supieras… ¡aprendí a planchar! No lo hago como tú, pero resuelvo, que es lo importante. Estoy por aprender a cocinar. A mis 17 años lo único que sé hacer es arroz y huevo frito, pero nada mejor que variar eso de vez en cuando. Papi ya sabes que no es bueno y lo mismo quema los frijoles que le echa agua a la tortilla. ¿Me ves más flaco? ¡No, no es por la comida! Sigo comiendo como un toro. Parece que estoy creciendo más.
He seguido tu consejo sobre el uso del celular. Ya no estoy tan metido en Facebook. Al final eso es una hipocresía. La misma gente del barrio que te da like a lo que subes ni te saluda cuando te ve en la calle. ¡Inventamos cada cosa! Dice la vecina que son redes “antisociales”.
Papi no sabe que yo vine a verte, no le digas nada, que después se pone furioso. Él no quiere saber de ti. A veces pienso que nunca te quiso. No me digas que no es así. Quien te quiere no te hace sufrir. Bueno, realmente yo tampoco debería decirte eso. Bastante que te he hecho sufrir. Yo sé que no he sido el mejor hijo. La semana pasada te grité fuerte y hasta te empujé, eso no lo voy a olvidar nunca y te pido perdón.
Tengo ganas de que estés en la casa otra vez. Lo que daría por verte allá y darte un abrazo en la sala. Esto de venir a conversar un rato no me es suficiente. Las madres se apegan mucho a los hijos varones, será porque no nos ven capaces de enfrentarnos solos a la vida.
Una madre hace mucha falta. La verdad que a veces quisiera venir para acá a vivir y estar contigo.
Me lo estoy pensando en serio, así que pronto te doy la sorpresa. Creo que aquellos días malos que pasamos juntos, en los que papi te daba frente a mí no deberían volver, tampoco las veces que yo te grité que me dejaras tranquilo. Me estoy pensando bien lo de dejar a papi y venir para acá contigo a vivir, dormiremos juntos, como cuando yo era chiquito y me hacías cuentos.
Cada vez que vengo para acá, la gente pasa a escasos metros y me mira cómo te hablo, pero yo sé que tú me escuchas, que estás ahí queriéndome abrazar. Mañana, cuando salga de la escuela, vengo a verte de nuevo y a contarte cómo me fue. Lo ajustaremos todos para mudarme a vivir contigo acá. Después de todo, la paz que se respira en este cementerio, es mejor que la de la casa. Un beso, mami.
Las imágenes utilizadas en la publicación fueron tomadas con mi móvil Samsung Galaxy J7 Prime.
