Todo empieza por un delicado roce entre tus càlidas manos y las mías, erizando cada hebra de mi alma, humedeciéndose el ambiente por rocío, cobijándome del frío, esperando amanecer.
La sensibilidad de un beso al tacto de tu piel, enciende el volcán en mi interior. Erosionando la timidez de mi ser, brotando curiosidad morbosa en mi mirada.
Captas mi atención y haces emerger mi instinto lucifer con cada movimiento de tu boca. Una sonrisa traviesa se me antoja al desnudarte en mi mente.
Pasando mis dedos por tu silueta de guitarra, creo la música más tierna que puede acompañar un momento de placer.
Tu fragancia llena mi olfato, recorriendo el camino de tu cuello, soy león rugiendo al paso de un tornado de sensaciones que va arrasando.
Nuestros cuerpos al contacto generan miles de vatios, mientras voy descubriendo cada palmo de tu venus, poblamos la noche con millones de luceros.
Voy estimulando el tránsito del deseo hacia la euforia, donde agarras las riendas, diriges el momento, te pierdes en el tiempo, mientras saboreo el rico néctar de tu cuerpo.
Mi imaginación vuela, cuando agarro tu pelo, susurro a tu oído. Mientras tus manos quedan indefensas al cacheo de mis besos.
Se calienta la hoguera, salta la chispa en un suspiro, cae Troya incendiándose las brazas de palo santo, en un abrazo de fénix.
Al sonido de tu corazón, reconozco la señal, aprietas la almohada como el sueño más intenso, te dejas llevar como danza al paso del viento. Fluyes como rio, cabalgando un furioso corcel hasta clímax más complejo.
Al compartir caricias, el cuerpo entra en estado nirvana, terminando sin aliento, pero en un ciclo de carcajadas. Para juntarnos entre sabanas a besos, fundiéndonos entre miradas.
Nuestras manos entrelazadas sellan el pacto, donde se disfruta en una sola respiración cada contacto .
