Mi cuento del Día del Maestro


Mi retrato; regalo del niño José Andrés


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Como cada 15 de enero celebro el Día del Maestro en mi país. Este año, para celebrar, me he sentado a terminar de leer una biografía del Generalísimo Francisco de Mirando; una que escribió un académico ruso, José Grigulievich Lavretski; quien tuvo la gentileza, según leí en la presentación, de ceder los derechos de autor para que su obra circulara gratuitamente y cumpliera mejor sus fines didácticos y culturales entre jóvenes liceístas, universitarios e interesados en nuestro proceso histórico.

     Como no andamos bien con los rusos por culpa del matón de Putin, hasta aquí dejo mi agradecimiento al autor de esta biografía y sigo con mi cuento del Día del Maestro. Pues bien, también me dediqué a terminar de redactar las evaluaciones de mis alumnos y mientras lo hacía me llegó uno que otro wasap, memes e imágenes con un anuncio en la parte superior: “reenviado muchas veces”; este anuncio fue el que me impulsó a redactar el presente escrito porque resulta que la misma imagen me llegó (valga la redundancia) muchas veces, de diferentes contactos y como también la vi en Facebook, Twitter e Instagram, pues la empecé a ver como una vulgar copia aunque la intención del remitente haya sido espontánea, sincera y amable.

     El cuento es que me dio por reflexionar acerca de cómo estamos enseñando los maestros en los actuales momentos y me parece, corríjanme si me equivoco, que en las últimas tiempos hemos estado repitiendo contenido, fórmulas y métodos de otras épocas; y no es que esté mal hablar, por ejemplo, de Francisco de Miranda (aunque ahorita pocos enseñan eso), no, es un contenido en el que hay que empeñarse que los chicos dominen, pero no con la vieja estrategia del dictado, del trabajo escrito y menos con aquello de llenar el pizarrón para que los niños copien al cuaderno.

     En estos tiempos cualquiera que quiera leer de un tema lo busca en Google y ya. El problema no es el contenido, es la manera de orientar para que los chicos no se pierdan navegando en las redes, para enseñarlos a diferenciar el conocimiento verdadero y el falso, cosa que no es sencillo para un docente que en los últimos años sólo ha consumido información de TikTok o de cualquiera de las otras redes sociales disponibles.

     Pero volviendo a lo de la imagen que me llegó varias veces y repitiendo que de seguro la intención del remitente fue espontánea, sincera y amable, me parece que, así como dije yo, es decir, «otra vez la misma imagen», asimismo lo dicen los padres y representantes al enterarse de que, a sus hijos, todos los años la escuela pretende enseñarles los mismos contenidos, con las mismas estrategias y lo peor, para obtener los mismos resultados.

     Es un cuento triste por donde lo miremos y además es exponencial, es decir, los niños avanzan sin saber nada; los padres se estancan porque no saben cómo ayudar; los maestros se diluyen en protestas, en exigir reivindicaciones salariales y en combatir ideólogas absurdas que sólo ayudan a los políticos de turno a anclarse en el poder; y el país, pues ya ustedes ven, es un “bochinche, bochinche, porque esta gente no sabe hacer sino bochinche.”

     Pero mi cuento del Día del Maestro no termina triste, no, justo cuando pensaba soltar, en mi pensamiento, una altisonante maldición en contra de quienes no quieren que este país salga de las tinieblas, reviso un wasap y leo: «Buenas tardes, profesor. ¡Felicidades! De verdad mis mejores sentimientos y deseos para usted. Si Dios lo permite, en algún momento, todas las personas como usted, que ejercen esa maravillosa profesión y con tanta pasión, serán reconocidos y gratificados. ¡Feliz Día! Atentamente: Fernando» Extiendo, pues, el mensaje del bueno de Fernando para todos los buenos maestros de Venezuela.



Texto y fotografía de @jesuspsoto

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