Hola amantes de las letras literarias, este humilde soldado ha decidido participar en el concurso de esta bonita comunidad que ya se ha robado mi corazón. La temática: el acoso. Yo elegí el acoso escolar; una triste realidad que ha llevado muerte a nuestros estudiantes. Este tema es complejo, pero tan importante de reflexionar. Espero puedan reflexionarlo en el siguiente relato:
El sótano estaba oscuro, pero Olivia prefería las tinieblas; la oscuridad era una amiga de sombras y secretos: amplia, enérgica, tenebrosa. Ella caminó entre puntillas, cuidando el silencio, y abrió suavemente en el baúl que su padre guardaba para las caserías de ciervos. Toco baratijas y trampas con dientes puntiagudos, deseando hallar la única solución a sus problemas. La escopeta brilló en los abismos; era escharchada, larga, sinuosamente suave en el mango. Olivia estiró los dientes y secó sus lágrimas, tambaleando el cuerpo para caer de rodillas.
“El mundo es cruel, Olivia. Muéstrales que tú también eres cruel” Dijo una voz entre gemidos risueños.
“Ángel de la guarda, ayúdame a ser fuerte…” Replicó Olivia ante las voces burlescas que la instaban a halar el gatillo.
Olivia se sumergió en la puerta de su mente, ahí donde el hogar doloroso la esperaba para abrazarla con espinas. No era posible que incluso en sus pensamientos danzaran los monstruos; se burlaban de su cuerpo, y de sus ojos: ojos que, según ellos, estaban desorbitados como los títeres saltones de la televisión. Mónica era la peor de todos; esa chica la pateaba en el estomago mientras el resto reía y aplaudía, pidiendo que a Olivia la despojaran de sus dientes. Sangre y súplicas inservibles convirtieron el pasado en un presente interminable. Odio, golpes, amenazas…
“Ángel de la guarda, ten misericordia de mis manos” Olivia suplicó con sus labios sobre el suelo.
Su padre no estaba ahí para consolarla, como era costumbre. Llegaba tarde a casa con un par de conejos sobre sus puños, y los ponía sobre la mesa para un caldo con verduras. Mamá cortaba las zanahorias con sumo cuidado, y, como eran tantas, Olivia la ayudaba a rebanarlas. Nadie hablaba, nadie se miraba, todos hacían lo suyo. Las únicas conversaciones ocurrían después de la cena, cuando mamá y papá, y Olivia, oraban de rodillas frente a la mesa. Y luego volvía el silencio: un castigo para la lengua, una barrera para hablar de sentimientos.
Las pesadillas venían después; Olivia se veía ensangrentada sobre una pila de pájaros muertos, frente a un paisaje de cielos azules y cordilleras negras. Ella no creía que fueran pesadillas, más bien eran sueños hermosos. ¿Podían hacerse realidad? La respuesta la tenía la escopeta, pero sobretodo ella misma. Se imaginaba libre, sin amenazas ni golpes, ni monstruos que la compararan con los títeres de la televisión.
“Ángel de la guarda, líbrame del mal…”
Recordó la ocasión en la que Mónica y sus compinches la bañaron con aceite de motor, y la obligaron a roncar como los cerdos. Aquella mañana de sol picante Olivia sintió una terrible congestión en el pecho. Los puños de Mónica la amenazaban con guardar silencio o de lo contrario enfrentaría algo peor que la muerte, y Olivia cedía mientras los otros le decían cobarde. La maestra lo sospechaba: sospechaba que la pandilla de Mónica era la causante incuestionable de los moretones en la piel de Olivia. No obstante, las dos lo negaban, una por miedo y la otra por obligación.
¿Por qué Olivia seguía callándolo? ¿Por qué sus padres no insistían en el caso? Olivia cuestionó por primera vez la amenaza de Mónica: no podía haber algo peor que lo que ella le hacía: esos golpes y esos insultos eran típicos de un monstruo, de una bestia sin alma. Y las bestias debían ir a los abismos para ser condenadas por la eternidad. Olivia resopló en el silencio y la oscuridad, y masajeó el mango de la escopeta. Se preguntó por los ciervos que cazaba su padre, ¿A caso esos animalitos sufrían? Ella quiso preguntárselo pero él solo hablaba durante las oraciones, al igual que su madre, al igual que todos.
“Ángel de la guarda, bríndale fuerza a mis palabras”
Su madre también llevaba moretones, y también lloraba en la oscuridad de la casa cuando todos dormían, o al menos cuando dormía papá. No es difícil descubrir el origen de aquellas manchas purpuras en sus brazos, y menos aun con los gritos y las rabietas de papá. En esas ocasiones Olivia fingía estar dormida, pero sus oídos escuchanban las súplicas, los golpes y también los gritos. Mamá era débil, o eso pensaba Olivia. Ella no quería ser como su mamá, ella anhelaba ser más fuerte, más valiente, más cruel…
“Ángel de la guarda, sostenme en tus brazos.”
Olivia se levantó del húmedo piso, y volvió a caminar en puntillas hasta su habitación; esta vez llevaba algo diferente consigo: algo que la liberaría de los monstruos. El resto de la noche recordó cada amenaza de Mónica, y mientras lloraba, se atrevió a sonreír por primera vez. Sus padres no lo comprenderían, después de todo nunca la comprendieron. Solo la enseñaban a arrodillarse para expiar pecados inexistentes, sin siquiera darle el beso y el abrazo de las buenas noches. Entonces, en el trasnocho solitario, recitó en sus sabanas unas palabras de autocompasión:
Olivia se refugió en otra sonrisa; las sonrisas eran hermosas. No se entregó a los sueños, permaneció despierta hasta que el alba le hizo cosquillas. Se duchó y metió sus cuadernos en la mochila como todas las mañanas, pero esta vez, por primera vez, Olivia agregó algo más a su morral de mariposas. Sus padres no le hablaron, ¡nunca lo hacían! No obstante ella estaba impaciente, tanto que su piel se volvió sudorosa. Salió de casa con un terrible dolor de panza, pero por sus manos corría un hormigueo ardiente. Movió los dedos, silbó una canción, y luego apretó los dientes.
“Ángel de la guarda, por favor, perdóname” Fue su última oración.
Llegó al salón de clases mientras sus oídos zumbaban; Mónica la recibió con una de sus bromas, y el resto de la clase no dudó en explotar a carcajadas. Olivia se sentó pasivamente sobre su pupitre, con la mochila en las rodillas, y luego la abrió cuidadosamente. Miró a Mónica, y la desafió con una risita.
“¿Qué miras ojos de títere?” Se burló Mónica.
No hubo tiempo para una respuesta; solo se escucharon las detonaciones...
El dolor puede llevar a consecuencias inimaginables. Algunos logran reprimirlo, otros simplemente estallan. Mucha veces, la victima rompe ese cerco que la oprime y materializa su impotencia con acciones terribles; aquí una de las consecuencias de los tiroteos en las escuelas, al menos en las de los Estados Unidos.
Seamos parte del cambio; como padres, madres o amigos, brindemos ese apoyo a todos los que sufren acoso, sobretodo escolar. Ser empáticos también nos ayuda a salvar vidas.
Te invito a unirte a este maravilloso concurso haciendo clic Aquí
Hello lovers of literary letters, this humble soldier has decided to participate in the contest of this beautiful community that has already stolen my heart. The theme: bullying. I chose bullying; a sad reality that has brought death to our students. This topic is complex, but so important to reflect on. I hope you can reflect on the following story:
The basement was dark, but Olivia preferred the dark; darkness was a friend of shadows and secrets: wide, energetic, gloomy. She tiptoed, keeping quiet, and gently opened the trunk her father kept for deer hunting. She touched trinkets and traps with pointed teeth, wanting to find the only solution to her problem. The shotgun shone in the abysses; it was frosted, long, sinuously smooth on the handle. Olivia gritted her teeth and wiped away her tears, lurching her body to fall to her knees.
“The world is cruel, Olivia. Show them that you are cruel too ”she Said a voice between laughing moans.
"Guardian angel, help me to be strong..." Olivia replied before the burlesque voices that urged her to pull the trigger.
Olivia plunged into the doorway of her mind, where the painful home awaited to embrace her with thorns. It was not possible that even in her thoughts the monsters danced; they made fun of her body, and of her eyes: eyes that, according to them, were exorbitant like the wiggly puppets on television. Monica was the worst of all; that girl kicked her in the stomach while the rest of her laughed and clapped, asking that Olivia be stripped of her teeth. Blood and useless pleas turned the past into an endless present. Hate, blows, threats...
"Guardian angel, have mercy on my hands," Olivia pleaded with her lips on the ground.
Her father was not there to comfort her, as usual. She came home late with a couple of rabbits on her fists, and put them on the table for a vegetable broth. Mom cut her carrots very carefully, and since there were so many, Olivia helped her slice them. No one spoke, no one looked at each other, everyone did their thing. The only conversations were after dinner, when Mom and Dad and Olivia knelt at the table in prayer. And then silence returned: a punishment for the tongue, a barrier to talk about feelings.
The nightmares came later; Olivia was seen bloodied on a pile of dead birds, against a landscape of blue skies and black mountain ranges. She didn't think they were nightmares, rather they were beautiful dreams. Could they come true? The answer was the shotgun, but above all she herself. She imagined herself free, without threats or blows, or monsters that compared her to the puppets on television.
"Guardian Angel, deliver me from evil..."
She remembered the time Monica and her cronies doused her with motor oil and forced her to snore like pigs. That hot sunny morning Olivia felt a terrible congestion in her chest. Monica's fists threatened her to keep quiet or else she would face something worse than her death, and Olivia gave in while the others called her a coward. The teacher suspected it: she suspected that Monica's gang was the unquestionable cause of the bruises on Olivia's skin. However, the two denied it, one out of fear and the other out of obligation.
Why did Olivia keep shutting him up? Why didn't her parents insist on the case? For the first time, Olivia questioned Monica's threat: there couldn't be anything worse than what she was doing to her: those blows and insults were typical of a monster, a soulless beast. And the beasts had to go to the abysses to be damned for eternity. Olivia snorted into the silence and darkness, and massaged the handle of the shotgun. She wondered about the deer that her father hunted, did those little animals suffer? She wanted to ask him but he only spoke during prayers, just like her mother, just like everyone else.
"Guardian angel, give strength to my words"
Her mother also had bruises, and she also cried in the dark in the house when everyone slept, or at least when Dad slept. It is not difficult to discover the origin of those purple spots on her arms, and even less so with Dad's yelling and tantrums. On those occasions Olivia pretended to be asleep, but her ears heard the pleas, the blows and also the screams. Mom was weak, or so Olivia thought. She didn't want to be like her mother, she longed to be stronger, braver, crueler...
"Guardian angel, hold me in your arms."
Olivia got up from the damp floor, and tiptoed back to her room; this time she had something different with her: something that would free her from the monsters. The rest of the night she remembered every threat from Monica, and as she cried, she dared to smile for the first time. Her parents wouldn't understand, after all they never understood her. They only taught her to kneel to atone for non-existent sins, without even giving her a goodnight hug and kiss. Then, in her lonely late night, she recited words of self-pity on her sheets:
Olivia took refuge in another smile; the smiles were beautiful. She didn't give in to dreams, she stayed awake until the dawn tickled her. She showered and put her notebooks in her backpack like every morning, but this time, for the first time, Olivia added something else to her butterfly backpack. Her parents didn't talk to her, they never did! She was impatient though, so much so that her skin turned sweaty. She left the house with a terrible bellyache, but her hands ran a burning tingle. She wiggled her fingers, whistled a song, then gritted her teeth.
"Guardian angel, please forgive me" was her last prayer.
She arrived at the classroom while her ears were ringing; Monica greeted her with one of her jokes, and the rest of the class did not hesitate to burst out laughing. Olivia sat passively on her desk, her backpack on her knees, then carefully opened it. She looked at Monica, and challenged her with a giggle.
"What are you looking at puppet eyes?" Monica scoffed.
There was no time for an answer; only the detonations were heard...
Pain can lead to unimaginable consequences. Some manage to suppress it, others just burst out. Many times, the victim breaks that fence that oppresses her and materializes her impotence with terrible actions; Here is one of the consequences of school shootings, at least in the United States.
Let's be part of the change; As fathers, mothers or friends, let's provide that support to all those who suffer bullying, especially at school. Being empathetic also helps us save lives.
I invite you to join this wonderful contest by clicking Here
