La poesía, esa voz que se hace visible en la palabra escrita, esa voz que cabalga en las praderas de la imaginación, nos lleva a la profundidad de los sentimientos, donde la palabra puede ser risa o llanto, actitud reflexiva, dulce o amarga o susurro musical.

Esa música que en la soledad enloquece ante el papel en blanco, retoza con las emociones, puede ser pueril o un dardo generoso, a veces se esconde y juega a la magia para mostrarnos los filos de la vida donde los sueños labran la fantasía y se bifurcan las pasiones.

Cuantas veces se incrusta en el pecho, oprime la pasión, se deja llevar por el pincel de las emociones, sabe que no puede ahogarte, pero corta tu respiración para que la lleves al grito, catarsis sublime del corazón o hundirse en las turbulencias del mundo, o solo allí, donde unos brazos esperan para calmar la sinrazón.

Se vuelve imagen que ilustra el perdón, metáfora ceñida que crea confusión, se vuelve fuerte y dueña de la situación. Sabe que son múltiples sus razones para cada lector, que importa si es mujer o es hombre, igual causa alegría y dolor, prurito y ardor, esencia de amor.

Su espíritu es liberador, nos enfrenta a la vida en una eterna reflexión. En este mundo desfragmentado enfrenta la guerra con amor.