Y los buenos deseos están cansados y abandonados sobre la mesa,
donde hay ceniceros humeantes, frutas mordidas y restos de alcohol,
al fondo suenan petardos, cencerros, villancicos y cornetas
que la gente toca para esperar al nuevo año, al nuevo sol.
La noche empieza con los mejores vestidos y lindos propósitos,
los amigos y familiares desde todos los rincones no paran de llegar,
la música es cauta, la comida colorida y abundante, los niños visten
como personas mayores, esos que creen que no se van a manchar.
En la calle la gente anda frenética y las tiendas están abarrotadas,
todos buscan la forma de conjurar un hechizo para la fortuna
en una noche en la que termina un año, pero no hay nada especial.
No hay un relámpago inaugural, un trueno majestuoso,
sabemos que es un nuevo año, porque nos los dijeron en la escuela,
pero entre vino y dátiles, villancicos, añoranzas y promesas,
acudimos a revelarnos festivos, en una noche que huele más a tristeza,
porque en la nochevieja más que los deseos del futuro, duelen las ausencias.
Y la noche se va haciendo madura, olvidamos los propósitos en la mesa
y bailamos para olvidar el dolor de los que hoy no se cuentan,
los niños, corren, duermen, comen, bailan y gritan,
ya no es importante la pulcritud de sus atuendos de fiesta,
con tal que no se vean en la foto; eso todo lo compensa,
porque hay que verse feliz, en una noche que es incierta
donde no sabemos si le damos la vuelta al sol o a una escopeta,
si estamos siendo felices o simplemente movemos las marionetas.
Lo cierto es que mañana, cuando ya la resaca saque la cuenta
los deseos habrán huido a estar casi un año encubierta
las fotos serán públicas, como muestra de la magistral fiesta
porque en el mundo de ahora vale más lo que muestras que lo que sientas.
No es un año nuevo. No, de la forma en que se cambia de estación,
sigue haciendo el frío del invierno y en el sur ataviados con el calor,
al final lo que hace a esta noche especial, es la carga de emoción
que nos produce brindar, por una nueva oportunidad de hacerlo mejor.
Que no se nos olviden los buenos deseos y que se conviertan en convicción.
Foto propia