Aquella noche, en un bar de la Av. Universidad, sobre uno de los taburetes de la barra, acompañado de una cerveza, Robert Carrasco pensaba en las mujeres con las que se había acostado a lo largo de su vida. Eran muchas para contarlas o recordar todos sus nombres. De algunas, solo quedaban los momentos de placer junto a ellas, los gemidos, las marcas de arañazos en la espalda, el aroma de sus cuerpos en las sábanas, la despedida fría al día siguiente. Otras, como Natasha, dejaban huellas.
Robert bebía para olvidarla. Sabía que el alcohol no era la mejor forma de hacerlo; pero quería emborracharse. Había pasado el día entero recolectando información para su próximo artículo y al caer la tarde entró al bar. Tenía más de tres horas bebiendo.
—¿Robert…? —preguntó una voz de mujer a sus espaldas.
Robert se volteó y la recorrió de arriba abajo con la mirada. «Una catira», pensó. Luego reconoció los ojos verdes de Katherine.
—¿Kat…? —preguntó sonriendo. Estaba sorprendido.
—No lo puedo creer —exclamó Katherine—. ¿Cuánto ha pasado? ¿Quince años?
—Creo que sí —dijo Robert sin dejar de sonreír. No esperaba que lo reconocieran en aquel lugar, menos encontrarse con Katherine después de tantos años—. ¿Esperas a alguien? —preguntó.
—No, estoy con unas amigas.
—¿Quieres una cerveza?
—Claro.
Katherine tomó asiento en el taburete de al lado y dejó su bolso sobre la barra del bar. Una blusa blanca, con arreglos de florituras por el cuello, dejaba al descubierto parte de sus senos pecosos. Su cabello rubio estaba suelto y le caía sobre los hombros. Vestía pantalones vaqueros y zapatillas deportivas. Había engordado un poco, pero seguía siendo bella. Robert miró de nuevo aquellos ojos verdes y por un instante sintió que tenía dieciséis y que el tiempo no había pasado.
—No has cambiado nada —dijo luego de pedir dos cervezas.
—Gracias —dijo Katherine—. Tú tampoco has cambiado mucho.
—No lo creo. Cada día me parezco más a mi padre.
—Siempre te has parecido a él —replicó Katherine—. ¿Desde cuándo estás en Naguanagua?
—Cinco años. ¿Y tú?
—Solo estoy de visita.
El hombre detrás de la barra trajo las cervezas y las colocó frente a ellos. Brindaron por el reencuentro y hablaron de los viejos tiempos. La noche avanzaba lenta. El bar permanecía lleno. Almoust blue, de Chet Baker, sonaba de fondo. Las voces de la clientela y el humo de los cigarros flotaban en el aire. A diferencia de las licorerías locales, todo estaba tranquilo allí. No era un bar lujoso, pero el servicio era bueno.
Cuando iban por la tercera ronda, las amigas de Katherine aparecieron cerca de la entrada del bar y le hicieron señas para que se acercara. Katherine miró a Robert y le preguntó:
—¿Tienes carro?
Robert asintió.
Katherine se levantó y fue a hablar con sus amigas. Robert observó cómo luego de una breve conversación se despedían y pensó que aquello no era más que un sueño. Katherine había sido su primer amor. Solo por ella había llorado como un niño durante noches enteras. Aunque eso era parte del pasado.
Katherine regresó y se sentó de nuevo sobre el taburete.
—Quince años es mucho tiempo —dijo, como si estuviera pensando lo mismo que Robert—. ¿Aún no te has casado?
—No, ¿y tú?
—Tampoco. No está entre mis planes.
Katherine le contó a Robert cómo había sido su última relación amorosa y después habló sobre su trabajo, sobre los cretinos de la oficina que la invitaban a salir semanalmente y sobre el estrés que provocaba trabajar en la administración de uno de los supermercados más grandes de Valencia.
Tras la novena ronda, Katherine se levantó para ir al baño. Robert quedó solo durante unos minutos, meditando lo que hasta ahora sabía de la nueva Katherine, recordando lo mucho que sabía de la vieja y preguntándose si la nueva había permitido que parte de la vieja continuara habitando aquel cuerpo.
—¿Dónde estás viviendo? —le preguntó Katherine a su regreso.
—En un apartamento —respondió Robert.
—¿Sigues escribiendo?
—Nunca he dejado de hacerlo.
El hombre detrás de la barra se acercó y colocó dos cervezas frente a ellos, luego de recoger las botellas vacías.
—No sabía que bebías tanto —dijo Robert.
—No lo hago. Pero esta es una ocasión especial —respondió Katherine sonriendo.
Robert le devolvió el gesto.
—¿Sabes? Nunca he podido olvidarte —dijo.
Katherine se echó a reír.
—No te creo.
—Hablo en serio.
—Mentiroso. Yo me he enamorado tantas veces durante estos quince años…
—Yo también— la interrumpió Robert—. Pero cómo podría olvidar lo que vivimos.
Katherine se sonrojó. Robert le contó cómo habían sido algunos de aquellos amores y la conversación se extendió por varios minutos.
—¿Y qué pasó con tú última pareja? —preguntó Katherine.
—Tampoco funcionó —dijo Robert.
—Ella se lo pierde —replicó Katherine.
Robert sonrió, vació su botella de un trago y se puso de pie. Se sintió mareado por un momento, como si acabara de abordar un barco en alta mar, pero su mente seguía clara y el mareo pasó rápido. Tenía la cara roja y la mirada turbia.
—¿En qué parte de la ciudad te estás quedando? —le preguntó a Katherine.
—Eso no importa —respondió ella—. ¿Tienes algo de beber en tu apartamento?
—Aún me quedan varias cervezas en la nevera.
Se alejaron del bar hablando de cuando vivían enamorados y de lo bien que la pasaban estando juntos. El bólido, como solía llamar Robert a su Mazda 323 de los ochenta, esperaba por ellos en el estacionamiento. Tenía la carrocería negra y en buen estado, a pesar de los años. Subieron y emprendieron la marcha. Eran las dos de la madrugada del sábado.
Minutos más tarde, los viejos amantes llegaron a su destino y subieron al apartamento entre risas y exclamaciones.
—Era mi primera vez, Kat. ¿Cómo no iba a estar nervioso?
—También era la mía, pero yo no temblaba tanto como tú —dijo Katherine riendo.
Al entrar en el apartamento, Katherine tomó asiento en uno de los sofás de la sala, mientras Robert buscaba las cervezas en la cocina. Cuando regresó, se sentó al lado de ella y volvieron a brindar, esta vez por todo lo que habían vivido juntos. Luego quedaron en silencio, con las botellas en la mano, viéndose fijamente. Robert colocó la botella en la mesa que rodeaban los sofás y se acercó más a Katherine. Al ver que ella no retrocedía y seguía mirándolo fijo, la besó en los labios. Katherine lo apartó suavemente, con una sonrisa en el rostro y las mejillas sonrosadas. Colocó su botella medio vacía al lado de la de Robert y después se abrazó a él, retomando el beso donde lo había dejado.
La música de la pasión, compuesta por respiraciones entrecortadas, gemidos y gritos de placer, invadió el apartamento y se unió a las demás baladas que la noche ofrecía.
¡Saludos, comunidad!
Esta es la primera parte de una novela negra que escribí a finales del año pasado y retomé hace un par de semanas. Aún estoy trabajando en ella; pero ya he adelantado bastante, por lo que iré publicándola con frecuencia.
Como ocurre con la mayoría de las historias de ficción, los personajes y acontecimientos de esta novela son ficticios. Me parece buena idea aclararlo para evitar cualquier controversia o polémica que pueda surgir más adelante.
Sin más que añadir por el momento, espero que disfruten de la historia. Gracias por leer.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons.
That night, in a bar on University Avenue, on one of the bar stools, accompanied by a beer, Robert Carrasco was thinking about the women he had slept with throughout his life. There were too many to count or remember all their names. Of some, all that remained were the moments of pleasure with them, the moans, the scratch marks on their backs, the scent of their bodies in the sheets, the cold goodbye the next day. Others, like Natasha, left traces.
Robert drank to forget her. He knew alcohol wasn't the best way to do it; but he wanted to get drunk. He had spent the entire day gathering information for his next article and as evening fell he walked into the bar. He had been drinking for over three hours.
"Robert? "asked a woman's voice from behind him.
Robert turned and ran his eyes up and down her. "A blonde," he thought. Then he recognized Katherine's green eyes.
"Kat...? "he asked, smiling. He was surprised.
"I can't believe it," exclaimed Katherine, "It's been what, fifteen years?
"I think so," Robert said, still smiling. He hadn't expected to be recognized in that place, let alone meet Katherine after all these years. Are you expecting someone? "he asked.
"No, I'm with some friends.
"Would you like a beer?
"Of course.
Katherine took a seat on the stool next to her and set her purse on the bar counter. A white blouse, with frills around her neck, exposed part of her freckled breasts. Her blonde hair was loose and fell over her shoulders. She wore jeans and sneakers. She had put on a little weight, but she was still beautiful. Robert looked back into those green eyes and for a moment he felt like he was sixteen and that time had not passed.
"You haven't changed a bit," he said after ordering two beers.
"Thank you," said Katherine, "You haven't changed much either.
"I don't think so. Every day I look more and more like my father.
"You've always looked like him," Katherine replied. "How long have you been in Naguanagua?
"Five years. And you?
"I am just visiting.
The man behind the bar brought the beers and placed them in front of them. They toasted to the reunion and talked about old times. The night went on slowly. The bar remained full. Almoust blue, by Chet Baker, was playing in the background. The voices of the clientele and the smoke of the cigars floated in the air. Unlike the local liquor stores, all was quiet there. It wasn't a fancy bar, but the service was good.
As they were on their third round, Katherine's friends appeared near the entrance to the bar and beckoned her over. Katherine looked at Robert and asked:
"Do you have a car?
Robert nodded.
Katherine got up and went to talk to her friends. Robert watched them say goodbye after a brief conversation and thought it was just a dream. Katherine had been his first love. For her alone he had cried like a child for nights on end. But that was in the past.
Katherine returned and sat back down on the stool.
"Fifteen years is a long time," she said, as if he were thinking the same thing as Robert. "You haven't married yet?
"No, and you?
"Neither. It is not in my plans.
Katherine told Robert about her last love affair and then talked about her job, the cretins in the office who asked her out weekly, and the stress of working in the administration of one of the largest supermarkets in Valencia.
After the ninth round, Katherine got up to go to the bathroom. Robert was left alone for a few minutes, pondering what he knew so far about the new Katherine, remembering how much he knew about the old one and wondering if the new one had allowed part of the old one to continue to inhabit that body.
"Where are you living? "asked Katherine on her return.
"In an apartment," Robert replied.
"Are you still writing?
"I have never stopped doing it.
The man behind the bar came over and placed two beers in front of them, after picking up the empty bottles.
"I didn't know you drank so much," said Robert.
"I don't. But this is a special occasion," Katherine replied, smiling.
Robert returned the gesture.
"You know, I've never been able to forget you," he said.
Katherine burst out laughing.
"I don't believe you.
"I am serious.
"Liar. I have fallen in love so many times during these fifteen years....
"Me too," Robert interrupted her. "But how could I forget what we went through.
Katherine blushed. Robert told her what some of those loves had been like and the conversation went on for several minutes.
"And what happened to your last couple? "asked Katherine.
"It didn't work either," said Robert.
"It's her loss," Katherine replied.
Robert smiled, drained his bottle in one gulp and stood up. He felt dizzy for a moment, as if he had just boarded a ship on the high seas, but his mind was still clear and the dizziness passed quickly. His face was red and his cloudy look.
"What part of town are you staying in? "he asked Katherine.
"Never mind that," she replied. "Do you have something to drink in your apartment?
"I still have several beers left in the fridge..
They walked away from the bar talking about when they lived in love and how much fun they had together. The bolide, as Robert used to call his eighties Mazda 323, was waiting for them in the parking lot. It had black bodywork and was in good condition, despite the years. They climbed in and set off. It was two o'clock in the morning on Saturday.
Minutes later, the old lovers arrived at their destination and went up to the apartment amid laughter and exclamations.
"It was my first time, Kat. How could I not be nervous?
"It was mine, too, but I didn't shake as much as you do," Katherine laughed.
Upon entering the apartment, Katherine took a seat on one of the sofas in the living room while Robert looked for the beers in the kitchen. When he returned, he sat down next to her and they toasted again, this time to everything they had experienced together. Then they stood in silence, bottles in hand, staring at each other. Robert placed the bottle on the table surrounding the couches and moved closer to Katherine. When he saw that she did not pull back and continued to stare at him, he kissed her on the lips. Katherine gently pushed him away, a smile on her face and her cheeks flushed. She placed her half-empty bottle next to Robert's and then wrapped her arms around him, picking up the kiss where she left off.
The music of passion, composed of gasping breaths, moans and cries of pleasure, invaded the apartment and joined the other ballads that the night offered.
¡Greetings, community!
This is the first part of a crime novel I wrote at the end of last year and took up again a couple of weeks ago. I'm still working on it; but I'm quite far along, so I'll be posting it frequently.
As with most fictional stories, the characters and events in this novel are fictional. I think it is a good idea to clarify this to avoid any controversy or polemic that may arise later on.
Without more to add for the moment, I hope you enjoy the story. Thanks for reading.
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