La damisela desconfiada // The suspicious damsel


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La damisela desconfiada

     LA DAMISELA ERA EXTREMADAMENTE DESCONFIADA; después de escribir el mensaje no quiso meterlo en la botella; en su lugar, lo memorizó, ensayó los gestos, los ademanes, las pausas y la emotividad y como no quería que la malentendieran, se metió en la botella para pedir, personalmente, que la rescataran.
     Las olas la fueron retirando de la orilla poco a poco, tuvo suerte de que al lanzarse, la marea estaba en su punto más alto, por encima de los riscos, y le sirvió de almohada a la botella, que empezó su travesía lentamente en espera de que alguien la viera, la tomara, la destapara y escuchara el mensaje de la damisela.
     Pero el mar es una cosa muy seria, será por lo inconmensurable; hay que armarse de paciencia para esperar que pase un barco; hay que tener fe para creer que alguien del barco te verá y hay que creer en los milagros para estar seguro de que se detendrán, bajarán en un bote, pondrán en riesgo a algún marinero, solo para tomar una botella que al fin de cuentas generaría retraso y problemas con las entregas comerciales; en fin, que no es fácil esperar que alguien ande recogiendo basura en el mar ni aunque sea una botella ni aunque tenga dentro a una damisela que por desconfiada lleva su propio mensaje de que la rescaten.

     Y por desconfiada murió; no se ahogó, pero se quedó sin agua y con sus dos hermosos ojos que le dieron al horizonte la impresión de que en lugar de uno, existían tres soles; se quedó con sus labios resecos que nunca besaron a nadie y que por eso se veían más áridos; en la boca le quedó el mensaje, que después de muerta se le puso agrio, y así la encontraron los navegantes que se dirigían a la isla de donde se había escapado.

     Cuando entregaron la botella a quienes, según la damisela, habían sido sus captores, fueron y revisaron las habitaciones, entraron a la que estaba vacía y corroboraron que ella pertenecía ahí, lo certificaron al ver el mensaje que hallaron en el piso, donde pedía que fueran a por ella, a rescatarla de sus carceleros. Sabían que ella era excesivamente desconfiada, que de seguro pensó que si enviaba el mensaje como otras veces, sus posibles benefactores no iban a saber interpretarlos como ella deseaba.

     Ahora nunca sabrían quién era aquella chica que los navegantes de aquella isla habían rescatado del mar y llevado con ellos. La habían atendido, le dieron casa y como la chica gritaba que fueran a rescatarla, que fueran pronto antes de que muriera por el encierro; pues, creyeron que estaba loca y la encerraron para protegerla.
     Esa noche, en la vieja cantina del pueblo, decidieron devolverla al mar:
     ─Quien quita y tiene suerte de conseguir a sus verdaderos benefactores, a lo mejor y sí era una damisela en apuros y nosotros nunca supimos cómo ayudarla.
     ─Tuvo que serlo porque si no, cómo se explica que la halláramos en el mar.
     ─A lo mejor ella no supo decírnoslo y por eso se volvió desconfiada.

     Esa misma noche pusieron su cuerpo en un bote, al lado tiraron la botella con el mensaje dentro, y de un empujón le abrieron camino entre las olas. A las pocas horas el bote venía de regreso y de pasajero traía a un hombre que decía ser un caballero defensor de las nobles causas, que supo de una damisela que los malvados de esta isla tenían prisionera y que venía a hacer justicia porque así lo había jurado al ordenarse caballero y porque era hombre de lidiarse con una multitud con tal de rescatar a su amada.
     El hombre era de temer, pero también razonable y cuando escuchó lo que habían hecho por aquella chica en la isla, sintió que sus nervios lo traicionaban, que sus ojos se le venían en mar, y comprendió que había llegado tarde, que a su damisela fue a la que escuchó, pero en espíritu, porque al cuerpo lo había devorado un tiburón.
     El hombre subió al bote, pidió que le abrieran camino entre las olas, por el mismo sitio donde la habían empujado a ella; se despidió con una venia y dijo que iba a cazar al tiburón que había destrozado el cuerpo de su bella dama.

     Las mujeres no quisieron volver a sus casas, tomaron a sus hijos y siguieron a sus hombres hasta la cantina, donde todos irían a emborracharse porque no estaban seguros de que estuvieran cuerdos o locos o vivos.

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The suspicious damsel

     THE DAMSEL WAS EXTREMELY DISTRUSTFUL; after writing the message she did not want to put it in the bottle; instead, she memorized it, rehearsed the gestures, the gestures, the pauses and the emotionality and as she did not want to be misunderstood, she got into the bottle to ask, personally, to be rescued.
     She was lucky that when she jumped in, the tide was at its highest point, above the cliffs, and she served as a pillow for the bottle, which began its journey slowly waiting for someone to see it, take it, uncover it and listen to the message of the damsel.
     But the sea is a very serious thing, it will be because of its immeasurability; you have to be patient to wait for a ship to pass; you have to have faith to believe that someone on the ship will see you and you have to believe in miracles to be sure that they will stop, get off in a boat, put a sailor at risk, just to take a bottle that in the end would generate delays and problems with commercial deliveries; In short, it is not easy to expect someone to pick up garbage at sea, not even if it is a bottle or even if it has a damsel inside who, because she is distrustful, carries her own message to be rescued.

     And because she was distrustful, she died. She did not drown, but she was left without water and with her two beautiful eyes that gave the horizon the impression that instead of one, there were three suns; she was left with her parched lips that never kissed anyone and therefore seemed more arid; in her mouth remained the message, which after death turned sour, and so she was found by the sailors who were on their way to the island from which she had escaped.

     When they handed the bottle to those whom, according to the damsel, had been her captors, they went and searched the rooms, entered the one that was empty, and corroborated that she belonged there, they certified it by seeing the message they found on the floor, where she asked them to go for her, to rescue her from her jailers. They knew that she was excessively distrustful, that she probably thought that if she sent the message as she had done on other occasions, her possible benefactors would not know how to interpret it as she wanted.

     Now they would never know who was that girl that the sailors of that island had rescued from the sea and taken with them. They had taken care of her, given her a home, and as the girl screamed for them to go and rescue her, to go soon before she died from the confinement; well, they thought she was crazy and locked her up to protect her.
     That night, in the old cantina of the village, they decided to return her to the sea:
     ─Quien quita y tiene suerte de conseguir a sus verdaderos benefactores, a lo mejor y sí era una damisela en apuros y nosotros nunca sabido cómo ayudarla.
     ─It had to be because if not, how do you explain that we found her at sea.
     ─Maybe she didn't know how to tell us and that's why she became distrustful.

     That same night they put his body in a boat, next to it they threw the bottle with the message inside, and with a push they opened a path for him among the waves. A few hours later the boat came back and as a passenger it brought a man who claimed to be a knight defender of noble causes, who knew of a damsel that the wicked of this island had taken prisoner and who came to do justice because he had sworn to do so when he was ordained a knight and because he was a man who could deal with a crowd in order to rescue his beloved.
     The man was to be feared, but also reasonable and when he heard what had been done for that girl on the island, he felt his nerves betray him, that his eyes were going out to sea, and he understood that he had arrived late, that his damsel was the one he listened to, but in spirit, because her body had been devoured by a shark.
     The man got into the boat, asked them to open a path between the waves, through the same place where they had pushed her; he said goodbye with a venia and said he was going to hunt the shark that had destroyed the body of his beautiful lady.

     The women did not want to return to their homes, they took their children and followed their men to the cantina, where they would all go to get drunk because they were not sure if they were sane or crazy or alive.


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