Muchas veces, demasiadas, diría yo, las personas maltratan a otros por el solo hecho de tener una actitud diferente.

Leonardo siempre se sintió diferente a los demás. Desde pequeño, le costaba relacionarse con otros niños y prefería jugar solo con sus juguetes favoritos. No le gustaba ir a fiestas, ni pararse frente a otros para recitar o cantar, ni hacer deportes. Le gustaba leer libros de ciencia y aprender cosas nuevas.

Su familia no entendía su forma de ser. Lo obligaban a hacer cosas que no le hacían estar cómodo y lo regañaban cuando no se comportaba como ellos esperaban. Le decían que era extraño, que tenía que ser más sociable, que tenía que dejar de ser tan tímido. Leonardo no sabía por qué era así, ni por qué los demás no lo aceptaban.

Su vida fue como una tortura, pero era porque él no sabía que presentaba la condición de Asperger.

Cuando llegó a la adultez, se vio en la necesidad de dar sus primeros pasos ya sin una familia que lo obligara. Tenía que adaptarse a la sociedad y para ello debía atreverse a cosas que lo aterraban, como presentarse frente a un público para dictar una charla, un taller, etc.

Leonardo era un brillante ingeniero de sistemas y trabajaba en una empresa de soporte. Su jefe le había asignado la tarea de exponer los resultados de un proyecto ante un grupo de expertos. Leonardo sabía que era una oportunidad para demostrar su valía, pero también sentía un gran miedo. Muchos decían que era miedo escénico. Qué equivocados estaban.

También tenía que dar el primer paso para declarar su amor a la chica de sus sueños. Se llamaba Claudia y era su compañera de trabajo. Era una colega muy simpática y alegre, que siempre lo saludaba con una sonrisa. Leonardo se sentía atraído por ella desde el primer día que la vio, pero nunca se había atrevido a hablarle más allá de lo estrictamente profesional.

Iniciar amistades, trabajar en grupos, para todo ello debía dar un primer paso y ese paso era una pesadilla.

Todo esto lo fue llevando a recorrer un camino áspero pero a veces gratificante.

Un día, Leonardo encontró una película en la TV llamada Mi nombre es Khan. Esta película fue al primer paso para el cambio de su vida. Al verla, sintió una mezcla de sorpresa y alivio. Todo lo que se decía coincidía con su experiencia personal: las dificultades sociales, la comunicación no verbal, los intereses restringidos, el comportamiento repetitivo.

Leonardo se dio cuenta de que tenía el síndrome de Asperger y allí tuvo todas las respuestas de lo que le pasaba, del porqué era tan difícil adaptarse a la sociedad y poder dar un primer paso para unirse a ella.

Decidió buscar ayuda profesional y contactó con una especialista. La siquiatra le explicó que el síndrome de Asperger no era una enfermedad ni un defecto, sino una forma diferente de percibir el mundo. Le dijo que podía aprender estrategias para mejorar sus habilidades sociales y comunicativas, y que podía contar con su apoyo y orientación.

Leonardo se sintió más seguro y confiado. Decidió enfrentar sus miedos y dar los primeros pasos para cambiar su vida.

El día de la presentación llegó y Leonardo se puso su mejor traje. Respiró hondo y subió al escenario. Miró al público y vio a Claudia entre los asistentes. Le regaló una sonrisa y ella hizo su parte. Leonardo empezó a hablar con claridad y entusiasmo sobre su proyecto. Explicó los objetivos, los métodos, los resultados y las conclusiones. Utilizó gráficos, imágenes y ejemplos para ilustrar sus puntos. Al finalizar, recibió un aplauso unánime y varios elogios por su trabajo.

Leonardo se sintió orgulloso y feliz. Había logrado dominar su miedo y hacer una excelente presentación.

Después de la presentación, se acercó a Claudia y le dijo que quería hablar con ella. La invitó a tomar un café. Estando en la cafetería, le confesó que le gustaba desde hacía mucho tiempo y que quería invitarla a salir. Claudia se quedó sorprendida, pero también se sintió halagada. Le dijo que ella también sentía algo por él y que le encantaría salir con él.

Leonardo no podía creer lo que oía. Había logrado declarar su amor y recibir una respuesta positiva.

Leonardo y Claudia empezaron a salir y se enamoraron. Leonardo le contó que tenía el síndrome de Asperger y ella lo aceptó sin problemas. Le dijo que lo quería por cómo era, no por cómo debía ser. Juntos, compartieron sus gustos, sus sueños, sus proyectos.

Leonardo se sintió amado y comprendido. Había logrado encontrar una pareja que lo valoraba y lo respetaba.

Leonardo también hizo nuevos amigos en el trabajo y fuera de él. Se unió a un club de lectura de ciencia ficción, su género favorito, y conoció a personas con las que podía hablar de sus libros preferidos. También participó en actividades sociales organizadas por la empresa, como cenas, fiestas y excursiones. Aprendió a disfrutar de la compañía de los demás y a expresar sus emociones.

Leonardo se sintió integrado y feliz. Había logrado establecer amistades sinceras y duraderas.

Leonardo había recorrido un largo camino desde su infancia solitaria y sufrida hasta su adultez plena y esperanzada. Había descubierto su condición de Asperger y había aprendido a aceptarse y a superarse. Había dado los primeros pasos para cambiar su vida y había encontrado el amor, la amistad, el reconocimiento.

Leonardo había encontrado la felicidad. Supo quién era.