"¡Y va a seguir usted! ¡Nemeciano no diga eso!", exclamaban las voces a coro, como un rezo desesperado, cada vez que el hombre maldecía y vomitaba afrentas contra las brujas de la montaña. "Ustedes y sus pendejeras", les respondía, demostrando lo poco que sus advertencias le importaban.
Nemeciano era un cazador legendario en el Paso de los Espejos, un pueblo donde su fama le antecedía, desde que logró, con solo ocho años derribar uno de los espectros que casi arrasa con el pueblo. Curtido por años persiguiendo bestias en los bosques más espesos, su nombre era sinónimo de osadía y triunfo.
Lo que nadie sabía era que vivía con una espina clavaba en su corazón: las brujas. Eran su obsesión. La gente contaba que en su infancia, un ataque de brujas, acabó con su familia. Lo que hizo que Nemeciano abandonara la opulencia y la riqueza para convertirse en un cazador implacable.
Una tarde, un rumor escalofriante recorrió las comarcas: las brujas habían descendido de las montañas, sembrando el terror y la muerte en las aldeas cercanas al río. No hubo piedad en su ataque, llegando a arrasar con todo a su paso.
Al escuchar la noticia, el corazón de Nemeciano se encendió con una mezcla de miedo y anhelo. Era la oportunidad que había estado esperando durante años. Sin perder tiempo, ensilló su caballo y cabalgó hacia las montañas. A cada paso que daba notaba que la niebla se espesaba, envolviendo el paisaje en un aura de misterio y peligro.
Sentía en su cuerpo cada crujido y cada susurro de sus alrededores. Por primera vez Nemeciano sintió un sudor frío que empapaba su ropa y un temblor involuntario que delataba su fragilidad humana. Sonreía tratando de mantener viva la llama de su furia. Tenía miedo.
Al llegar al pueblo, un silencio de ultratumba lo recibió. Nemeciano, con el corazón palpitando en su pecho, comenzó a buscar pistas. Siguiendo un rastro intermitente, avanzó por un sendero, que lo hizo cruzar por debajo del río, un paso que se le hizo conocido. Trató de comprender. No tuvo tiempo.
Un sonido gutural, como un canto de ultratumba, resonó en la niebla. Nemeciano se detuvo, con la piel erizada y el rifle en la mano. Avanzó cuando logró que su cuerpo le respondiera. Unos pasos más y vio de entre la niebla, figuras grotescas, encorvadas y con túnicas harapientas.
Al ansiedad le jugó en contra. Nemeciano no se dio cuenta que una de las brujas, con mirada penetrante, lo observaba desde la penumbra de su cabaña. La bruja entonando unas palabras hizo que una serpiente verde esmeralda, con ojos como rubíes incandescentes, emergiera del suelo y se dirigió hacia él con un silbido escalofriante. La criatura se enroscó en su pierna.
El cazador, aterrorizado, gritaba de dolor mientras la serpiente le inyectaba su veneno letal. La mordedura, como un dardo incandescente, entró por el ojo y recorrió su cuerpo, paralizándolo. No era venenoso.
En sus esfuerzos intentando liberarse, vio a la bruja acercarse. La reconoció, trato de hablarle, pero ella se adelantó: "bienvenido a casa, hijo".
The bite went through the eye
"And you're going to go on! Nemeciano don't say that!" the voices would exclaim in chorus, like a desperate prayer, every time the man cursed and spewed affronts against the witches of the mountain. "You and your pendejeras," he would reply, showing how little their warnings mattered to him.
Nemeciano was a legendary hunter in Paso de los Espejos, a town where his fame preceded him, ever since he managed, at only eight years old, to bring down one of the specters that almost devastated the town. Tanned for years chasing beasts in the thickest forests, his name was synonymous with daring and triumph.
What nobody knew was that he lived with a thorn in his heart: witches. They were his obsession. People said that in his childhood, an attack of witches killed his family. This made Nemeciano abandon opulence and wealth to become a relentless hunter.
One afternoon, a chilling rumor swept through the countryside: witches had descended from the mountains, spreading terror and death in the villages near the river. There was no mercy in their attack, sweeping away everything in their path.
Upon hearing the news, Nemeciano's heart flared with a mixture of fear and longing. It was the opportunity he had been waiting for for years. Wasting no time, he saddled his horse and rode into the mountains. With every step he took he noticed the fog thickening, enveloping the landscape in an aura of mystery and danger.
He felt in his body every rustle and rustle of his surroundings. For the first time Nemecian felt a cold sweat soaking his clothes and an involuntary trembling that betrayed his human frailty. He smiled trying to keep the flame of his fury alive. He was afraid.
When he reached the village, a silence from beyond the grave greeted him. Nemeciano, his heart pounding in his chest, began to search for clues. Following an intermittent trail, he advanced along a path, which made him cross under the river, a passage that became familiar to him. He tried to understand. He had no time.
A guttural sound, like a chant from beyond the grave, echoed in the fog. Nemeciano stopped, skin bristling and rifle in hand. He moved forward when he got his body to respond. A few more steps and he saw out of the fog, grotesque figures, hunched over and in ragged robes.
Anxiety played against him. Nemeciano did not realize that one of the witches, with a penetrating gaze, was watching him from the gloom of her hut. The witch intoning a few words caused an emerald green snake, with eyes like incandescent rubies, to emerge from the ground and move towards him with a chilling hiss. The creature coiled around his leg.
The terrified hunter screamed in pain as the snake injected him with its lethal venom. The bite, like an incandescent dart, entered through the eye and coursed through his body, paralyzing him. It was not poisonous.
In his efforts to free himself, he saw the witch approaching. He recognized her, tried to speak to her, but she stepped forward, "Welcome home, son."
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