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No puedo decir que alguna vez haya visto el fantasma de un anciano con un traje azul con cabello blanco, pero lo he visto. No es particularmente aterrador o amenazante, simplemente está allí. Él no me hace nada, y parece que yo tampoco le hago nada a él.

A veces, cuando ambos estamos solos juntos en un lugar tranquilo, como la biblioteca por la noche, podemos mirarnos directamente a los ojos durante varios minutos sin decir una palabra. Es solo después de un tiempo que me doy cuenta de que me ha estado observando todo el tiempo.

Pero, de nuevo, tal vez siempre me ha estado mirando. Tal vez nunca aparto la vista de él porque sé que me estaría observando sin importar qué. La primera vez que esto me sucedió, no estaba seguro de si lo había imaginado. Pero luego, después de verlo un par de veces más a lo largo de los años, llegué a comprender que era real. Y también me di cuenta de que él no quería nada de mí. De hecho, creo que no quería nada de nadie.

El fantasma de un anciano con un traje azul con cabello blanco no aparece todos los días ni siquiera todas las semanas, pero cuando aparece, siempre estoy consciente de su presencia. Cuando aparece, trato de recordar cuándo lo vi por última vez para saber cuánto tiempo ha estado ausente. Cuando me encuentro pensando en él, sé que debo ir a un lugar tranquilo y esperar hasta que regrese.

Si salgo con mis amigos, podría olvidarme de él por completo. Eso sucede a veces. Pero cuando lo vuelvo a ver, siempre es lo mismo: se para en silencio frente a mí, mirándome. Y me pregunto por qué no sigue adelante.

¿Por qué no se va? ¿Está esperando algo? ¿Necesita algo de mí? ¿O simplemente está disfrutando de estar donde está ahora mismo? Pienso en esto cada vez que lo veo, pero realmente no sé lo que se supone que debo hacer. ¿Debo hablar con él? ¿O no debería? No sé.

Hasta ahora, no nos hemos dicho una sola palabra el uno al otro. Nunca hemos intercambiado ninguna palabra. Quizás eso es lo que nos hace diferentes. Creo que le tengo miedo. Pero él no me tiene miedo. Él sabe quién soy. Pero aún así, no dice nada. Ni una sola palabra.

¿Y si le pregunto si quiere algo de mí? ¿Respondería? Me pregunto. He pensado en preguntarle muchas veces, pero nunca lo he hecho. Después de todo, nunca he hablado con él. No sé qué le gusta. No sé cómo suena su voz. No sé nada de él, excepto que le gusta verme. Supongo que algún día le preguntaré.

Cuando era más joven, solía escuchar historias sobre fantasmas y espíritus, pero las descartaba como tonterías. Ahora que soy mayor, entiendo que eran ciertos. Los fantasmas son reales. Están en todas partes. Llegan a nuestras vidas cuando menos lo esperamos. Son silenciosos y, sin embargo, su presencia es lo suficientemente fuerte como para hacerte sentir incómodo. Pero una vez que se han ido, todo se siente mejor, al menos por un rato.

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Es extraño cómo las personas reaccionan de manera diferente a lo mismo. Algunos creen en los fantasmas, otros no. Algunos les temen, otros les dan la bienvenida. Y luego están los que los ignoran por completo. Es posible que no noten nada inusual, o que no les importe si los fantasmas existen o no. Para mí, el fantasma de un anciano con un traje azul con cabello blanco es simplemente otro fantasma.

Está aquí. Se va. Va a volver. No hay nada especial en él. No sé por qué elige mostrarse ante mí, pero me alegro de que lo haga. Me ha empezado a gustar estar cerca de él. Me gusta poder contarles a mis amigos sobre él. Me gusta decirles que lo vi. Me gusta hablar de él. Me encanta decirles que me vio. Porque lo hace todo el tiempo.

Esa es la parte más extraña de todo: sé que él me está mirando. Lo observo, pero tal vez él no lo sabe. No sé por qué me mira, pero creo que le gusto. Creo que le gusto mucho. Creo que piensa en mí como alguien en quien puede confiar. Alguien que no lo rechazará. Realmente creo que le gusto por alguna razón.

Lo he visto mucho desde que comencé la universidad y estoy bastante seguro de que he notado un vistazo de él mientras estaba en mi apartamento. ¿Tal vez él está apegado a mí? ¿Pero por qué? Ni siquiera nos comunicamos entre nosotros. Solo nos miramos el uno al otro.

Una vez le conté a una amiga sobre él. Ella no me creyó, por supuesto. — Estás inventando esto, dijo. — No hay tal cosa como fantasmas.

— Sí, lo hay, respondí. — Y lo he visto.

Ella negó con la cabeza. — No, no lo has hecho. Debes estar imaginando cosas. Los fantasmas no son reales.

La miré fijamente. ¿Cómo podría decir eso? Lo he visto. Sé que existe. Pero también sé que no puedo probarlo. No puedo decirle a nadie cómo suena. No puedo describir su personalidad. No puedo explicar lo que hace.

No puedo decirle a nadie lo que él quiere. Todo lo que sé es que a él le gusta verme. Es todo. Estoy seguro de que lo he visto muchas veces y probablemente lo seguiré viendo hasta el día en que muera.

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