Buena y mala gente - Iniciativa esa vida nuestra

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Algo que es común escuchar es que el mundo está lleno de maldad y que ya la gente buena está desapareciendo, o que el amor se está acabando tal como dicen las escrituras.

No soy partidario de ese paradigma creado para justificar los errores o las malas decisiones, ya que en mi corta experiencia de vida me he topado con personas de ambos lados y he apartado las que me han parecido que no aportan nada bueno.

Cuando decidí emigrar no lo hice porque estaba de moda ni porque pensaba que en mi país no tenía futuro, en épocas malas han progresado los grandes emprendedores, sino porque deseaba cambiar de aires, asumir nuevos retos y tener otras experiencias.

En el camino hacia el lugar donde estoy me conseguí con muchos coterráneos que llevaban en su maleta frustración y amargura, así como otros cuya motivación era cercana a la mía, tal como mencioné antes me hice compañero de los segundos y en ese momento mis planes iniciales de radicarme en Cúcuta cambiaron.

Al llegar a la frontera se presentaron problemas con algunos emigrantes del país y los guardias de migración se pusieron intensos, entre los viajeros iba una señora joven con un niño en brazos a quien no dejaban pasar y en un impulso le dije al hombre que ella venía conmigo, que era mi familiar.

Yo viajé con todos mis papeles en regla, además tengo doble nacionalidad por mi descendencia italiana, la joven me miró extrañada ante mi posición y el agente de migración, me dio una mirada y con un gesto de negación en la cabeza, nos dejó pasar.

Me dio un golpecito en el hombro como diciéndome que no me había creído nada pero que premiaba mi solidaridad.

La mujer me agradeció, hablamos un rato y me dijo que ella iba hasta Bucaramanga, donde la esperaba una hermana, le dije que yo me quedaría en Cúcuta y me dijo que no era buena idea porque era una ciudad muy peligrosa y con mucha delincuencia.

Al final la terminé acompañando hasta que su hermana y allí como agradecimiento me dieron cobijo por unos días, eran corianos, la familia estaba conformada por ella, su esposo y un niño de siete años y tenían algo más de seis meses allá,

Por varios días acompañé al esposo al mercado de la ciudad, donde trabajaba en una especie de mini market y me propuso que hablaría con el dueño para que me diera trabajo.

Le agradecí el gesto, ayude en algo con los gastos durante otros tres días y haciendo inventario de mi economía decidí que no era el lugar donde quería estar, deseaba algo más pequeño, una ciudad no tan grande, ya que después de vivir en la capital toda mi vida quería algo más de tranquilidad.

El hombre me habló de San Gil y de Ocaña, busqué entre mi cerebro y no logré alguna referencia de la segunda y decidí venirme hasta donde estoy.

La familia me dio algunos alimentos para el camino y quedamos en vernos en una próxima oportunidad, como a nadie le falta Dios, como dice mi mamá, al llegar hice amigos rápidamente y ya llevo 5 años acá.

Igual que en todas partes hay buena y mala gente, pero es responsabilidad de uno el rodearse de los segundos, que al final somos más.

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