Después de varias semanas de un encierro voluntario, quizás usando como excusa las amenazas de lluvías para no salir a caminar, decidí cambiar la rutina en la cual sucumbo de cuando en cuando.
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El desfio que me planteé para salir de la rutina de las caminatas habituales, fue detenerme a contemplar los pequeños detalles, la sencillez, la simpleza extrayendo de esta experiencia un bagaje de reflexiones que deseo compartir con ustedes.
El confinamiento puede ser un reverdecer, si me desapego de todo lo viejo que ya no me suma y permito que salga todo lo que tengo dentro para que florecer.
Los obtáculos llámese mentales, fisícos, circunstanciales siempre los puedo superar, aunque parezca difícil de lograr, hay vías, caminos por donde transitar para alcanzar mis objetivos.
En las barreras que se levantan también pueden ser una invitación para crecer dentro de ellas y sobreponerme consiguiendo transformar esa experiencia en un reto de logro y satisfacción.
En cada desafio que me va brindando la vida esta lleno de aprendizajes que solo buscan a que suba de nivel, que cambie mi perspectiva y pueda ver el panorama desde otro punto de vista.
En la transformación también puedo compartir y servir, ya que a través del servicio se ayuda a otros para que se expandan y busquén el camino hacia su propia metamorfosis
Cuando ayudo comparto mi abundancia con los demás y no solo a nivel material, porque existen mil maneras de dar. Y si estoy plena y llena de mí puedo dar con generosidad, teniendo en cuenta que todo lo que das se devuelve.
Teniendo en cuenta que desde lo simple, lo sencillo también se da, no necesito tanto glamour como a veces pienso. Pues desde la sencillez y la simpleza puedo vivir más apacible y con mayor calma
Y aunque a veces me enfoque en lo que falta, la vida me va invitando a cambiar esa mirada, para poner atención a lo que hay, en lo que si tengo día a día, para volver a conectarme con la abundancia ilimitada que existe y a la que pertenezco solo por estar y ser.
Y apreciar la vida con sus multiples colores, que todo no es blanco o negro como a veces pienso y creo, existen diversos matices que puedo valorar.
After several weeks of voluntary confinement, perhaps using the threat of rain as an excuse not to go for a walk, I decided to change the routine in which I succumb from time to time.
The challenge I set myself to get out of the routine of the usual walks, was to stop and contemplate the small details, the simplicity, the simplicity, extracting from this experience a baggage of reflections that I want to share with you.
Confinement can be a greening, if I detach myself from all the old things that no longer add up to me and allow all that I have inside to come out and flourish.
I can always overcome mental, physical, circumstantial obstacles, even though it may seem difficult to achieve, there are ways, paths to follow to reach my goals.
The barriers that arise can also be an invitation to grow within them and overcome them, transforming that experience into a challenge of achievement and satisfaction.
Every challenge that life brings me is full of learning that only seeks to raise my level, to change my perspective and to be able to see the panorama from another point of view.
In transformation I can also share and serve, because through service I help others to expand and seek the path to their own metamorphosis.
When I help I share my abundance with others and not only on a material level, because there are a thousand ways to give. And if I am full and full of myself I can give with generosity, keeping in mind that everything you give is returned.
Considering that from the simple, the simple is also given, I do not need as much glamour as I sometimes think. Because from the simplicity and simplicity I can live more peacefully and calmly.
And although sometimes I focus on what is missing, life invites me to change that look, to pay attention to what is there, to what I do have day by day, to reconnect with the unlimited abundance that exists and to which I belong just for being and being.
