He contado otras veces esta historia que me gusta tanto: conocí en mi juventud a una extraordinaria mujer, ella rompió todos los moldes preestablecidos, corpulenta, y con una risa sonora, había sido mi maestra de tercer grado y luego coincidíamos estudiando para docentes en el Pedagógico de Maracay. A veces se quedaba dormida en las clases de literatura y generaba comidillas y burlas; seguía siendo maestra en un turno, enfermera en la noche y también estudiaba en el pedagógico, además tenía 4 hijos y un esposo con problemas de salud que requería de su atención. Un día le pregunté que cómo hacía con el tiempo y de inmediato me respondió: « Rosario, el tiempo no existe, el tiempo lo hacemos nosotros».

Ella se cambió luego de especialidad porque las clases de literatura le daban sueño. Supe que se graduó en la de Biología años después; perdí el contacto con ella, pero su recuerdo quedó imborrable, como un gran ejemplo de superación, logro y de que todo lo que nos propongamos en la vida podemos obtenerlo, depende de uno mismo.

Mi camino de vida se llenó luego de encrucijadas donde tenía que volar, prácticamente, de un lugar a otro, para cumplir mi exigencia individual. Mi obsesión por la puntualidad me hizo llegar muchas veces antes del tiempo de los demás, que coincidían todos en agregar una hora a lo pautado, inclusive alguien me dijo una vez:. «decimos a las ocho para que vayan llegando a las nueve y comenzar como a las diez».
Llevé una vida de carreras, para tener un sueldo digno, trabajaba en un liceo y dos universidades distintas, además hacía posgrados y atendía a una familia. Lo logré, cumplí mis metas y un día solté todo lo que significara horarios.

Nada más absurdo que ser puntual en las reuniones sociales, llegada antes de tiempo, cuando aún estaban decorando el lugar, era realmente incómodo. Mi preocupación por el tiempo se inició en la niñez: en una oportunidad mi padre me dijo: «vi a su madrina y me dijo que viene pronto a verla», a mí me caía muy bien ella y esperaba con ansias esa visita, le preguntaba a mi mamá, el significado de la palabra «pronto», que cuántos días eran; le mostraba el almanaque para que me aclarara de dónde a dónde era y resulta que pronto tenía una imprecisión que reconocí en algún momento, pronto y nunca eran lo mismo.

El tiempo no existe, el dicho: «el que madruga coge agua clara» lo contradice el otro que dice «no por mucho madrugar se amanece más temprano»; el tiempo es una creación humana, llena de plazos a corto, mediano y largo plazo.

La sociedad dice: ya se le pasó la hora cuando realmente ha llegado su momento. No podemos confiarnos de esas directrices. Un día comprendí que la constancia y disciplina son las más valiosas.

Mi tiempo más preciado es aquel que aprovecho para conversar, escuchar, leer, pintar, escribir: vivir. Mis horarios y plazos los administro a mí modo y los ineludibles los dejo en la alarma del teléfono.

Our friend @yadimelgar presents us with this interesting topic, invites us to reflect on what is the most valuable use we make of our time.

I have told other times this story that I like so much: I met in my youth an extraordinary woman, she broke all the pre-established molds, corpulent, and with a loud laugh, she had been my third grade teacher and then we coincided studying for teachers in the Pedagogical of Maracay. Sometimes she would fall asleep in literature classes and would generate comments and teasing; she was still a teacher in one shift, a nurse at night and also studied at the pedagogical school, she also had 4 children and a husband with health problems that required her attention. One day I asked her how she spent her time and she immediately answered me: "Rosario, time does not exist, we make our own time".

She later changed her major because literature classes made her sleepy. I learned that she graduated in Biology years later; I lost contact with her, but her memory remained indelible, as a great example of overcoming, achievement and that everything we propose in life can be obtained, it depends on oneself.

My life path was then filled with crossroads where I had to fly,
practically from one place to another to fulfill my individual demands. My obsession for punctuality made me arrive many times before the time of others, who all agreed to add an hour to the scheduled time, even someone once told me: "we say at eight o'clock so that they arrive at nine o'clock and start at about ten o'clock".

I led a life of careers, to have a decent salary, I worked in a high school and two different universities, I also did postgraduate studies and took care of a family. I made it, I accomplished my goals and one day I let go of everything that meant schedules.

There was nothing more absurd than being on time for social gatherings, arriving early, when they were still decorating the place, it was really uncomfortable. My concern for time began in childhood: once my father told me: "I saw your godmother and she told me she is coming soon to see you", I liked her very much and I was looking forward to that visit, I asked my mother the meaning of the word "soon", how many days it was; I showed her the almanac to clarify where to where it was and it turns out that soon had an imprecision that I recognized at some point, soon and never were the same thing.

Time does not exist, the saying: "the early bird catches the light water" contradicts the other one that says "no matter how early you get up, you wake up earlier"; time is a human creation, full of short, medium and long term deadlines.

Society says: it is past its time when its time has really come. We cannot rely on these guidelines. One day I realized that constancy and discipline are the most valuable.

My most precious time is that which I use to talk, listen, read, paint, write: to live. I manage my schedules and deadlines in my own way and the unavoidable ones I leave on the phone alarm.