Vivimos en un multiverso social dinámico, muy complejo, a veces disímil e incongruente. En regiones de nuestro mundo persiste la coerción a la libertad física y mental de muchas mujeres. Sin embargo, hoy somos una generación de mujeres que se expresan, que no callan, que desterramos la sumisión, que asumimos desafíos, que discernimos y aportamos a la toma de decisiones, pero sobre todo, somos ejemplos vivos de inteligencia y fortaleza para superar las adversidades, todo en la búsqueda de un presente favorable, para vislumbrar un mejor futuro para nosotras y las nuevas generaciones por venir.

Ya no somos objeto de duda, hemos demostrado con creces nuestro inmenso potencial expresado en nuestra capacidad de asumir multitareas y responsabilidades, mostrando en ocasiones mejores resultados que los hombres, porque somos multifacéticas, podemos realizar diferentes actividades al mismo tiempo, sin perder nuestra esencia como mujeres y lograr nuestros objetivos. Por supuesto, sin menospreciar que todos, mujeres y hombres tenemos un rol en la sociedad, donde no debe haber competencia, tal vez ese sea el detalle que impide que muchas de nosotras seamos valoradas en la sociedad actual.

Somos insustituibles y vitales para la sociedad, difiero de las conceptualizaciones que exigen la «igualdad absoluta» entre hombres y mujeres, que pretende trasladarse en su afirmación a todos los ámbitos de la vida y es desde mi punto de vista un desatino y también una utopía, porque desde lo psicológico y biológico somos diferentes a los hombres. Las mujeres razonamos, sentimos y actuamos de forma diferente a los hombres, nuestros cerebros, aunque estructuralmente son iguales, funcionan de forma diferente y se suman las hormonas que generan estas diferencias. Si por un momento consideráramos lo contrario, independientemente de la genética, perderíamos definitivamente nuestra identidad femenina.

Desde la cultura de la dignidad humana, como mujeres buscamos la conciliación, el reconocimiento y la armonía en igualdad de derechos y oportunidades civiles, sociales y laborales, buscamos dar valor y reconocimiento a nuestra perspectiva femenina. Y en ello debemos aprender a defender nuestros derechos, asumiendo un papel protagónico, superando los obstáculos que nos imponen los patrones arraigados en la sociedad.

El fantasma de la hegemonía patriarcal, dominada por el pensamiento del ser y del hacer, persiste hoy en escenarios de nuestra sociedad, lamentablemente a veces favorecida por muchas de nuestras congéneres que mantienen en sus pensamientos las cadenas, convirtiéndose en verdaderas camisas de fuerza, haciéndose real, la neo esclavitud. Del mismo modo, los estereotipos se siguen colando, debilitando la autoestima y la razón en muchas de nosotras.

Hemos avanzado y tenemos logros, sin embargo, somos un enigma en construcción, porque aún persisten discursos históricos, que perpetúan en muchas de nosotras acciones como destino y no como elección, haciendo evidente explícita o implícitamente, la fragilidad y violación de nuestros derechos, reflejando así cuán desiguales somos ante los hombres.

El reto de ser mujer hoy es defender nuestra identidad, aportar nuestro verdadero valor a la sociedad, a nuestras familias, a nuestro trabajo, a nuestras profesiones, respetando nuestra dignidad humana, manifestada en las diferencias entre hombres y mujeres, donde razón y corazón deben fluir en armonía y concordia.

Es un desafío que enfrentamos día a día y una responsabilidad a la que todas estamos convocadas, si en algún momento tienes dudas sobre tu rol como mujer, pregúntate: ¿Vivo la vida que quiero? ¿Doy valor a mi existencia? ¿Qué quiero hacer? ¿Qué no quiero hacer? ¿Hago lo que me hace feliz? Quizás en las respuestas encuentres en tu viaje interior, la esencia de ser mujer, tu identidad que nutre tu dignidad, para contribuir a tu bienestar y transformación, a una sociedad más justa y equitativa.