Una de las figuras más llamativas y rebeldes de la poesía latinoamericana contemporánea fue la del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, quien falleciera el 1 de marzo hace dos años. Cardenal fue, además, sacerdote católico, teólogo, ensayista, traductor y escultor. Estuvo como novicio en el monasterio trapense de Getsemaní, que conducía el monje escritor Thomas Merton en Estados Unidos, y años más tarde se ordenó como sacerdote. Su identificación con los campesinos y pescadores nicaragüenses, lo llevó a fundar una comunidad cristiana en una isla del archipiélago de Solentiname. Estuvo suspendido de su ejercicio como sacerdote por el papa Juan Pablo II, siendo levantada dicha sanción por el papa Francisco.
Tuvo una actividad directa en contra de la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua y altamente comprometido con la revolución sandinista desde el triunfo de esta en 1979 hasta 1989. Desde entonces comenzó a distanciarse del FSLN y del gobierno y se opuso abiertamente a Daniel Ortega.
Recibió varios premios, entre ellos el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2009 y el Premio Reina Sofía de Poesía en 2012.
Fue autor de más de veinte libros de poesía, además de textos de ensayo y memorias. De su poesía, como lector de su obra, puedo destacar Epigramas (1961), Salmos (1964), Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), Quetzalcóalt (1985), entre otros.
La poesía escrita por Ernesto Cardenal tiene un gran valor en sí misma y para las jóvenes generaciones de poetas hispanoamericanos, tal fue el caso del poeta venezolano Armando Rojas Guardia, quien, además de reconocer la influencia de Cardenal, vivió un tiempo en la comunidad de Solentiname.
Su obra poética se enriquece con los aportes de la poesía norteamericana, particularmente la de Walt Whitman y de Ezra Pound, y luego de los poetas de los años 60. Así, tenemos en su poesía la determinante presencia de lo conversacional o coloquial, signada por un lenguaje prosaico, pero muy rítmico. Es una poesía de marcado talante intertextual, con los textos bíblicos, pero también profanos como los de los latinos Catulo y Marcial, con los mitos mesoamericanos, las crónicas de Indias, las resonancias de la ciencia y la ecología.
De su amplia obra, quisiera compartir aquí unos poemas por los que guardo un especial afecto; cuatro de sus epigramas y su “Oración por Marilyn Monroe”.
Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.
Me contaron que estabas enamorado de otro
y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.
Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritando: ¡VIVA LA LIBERTAD! en plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.
Se trata de textos del subgénero denominado epigrama, composición muy breve de carácter satírico e ingenioso, con evidente influencia de los antiguos poetas latinos Catulo (87 – 54 a.C.) y Marcial (40 – 104 d.C.), cultivadores de ese estilo, donde lo amoroso es tocado por la ironía y cierto humor cáustico.
Y el conmovedor poema que Cardenal escribiera a raíz de la muerte de la actriz norteamericana Marilyn Monroe, este más extenso, y que habla por sí mismo:
Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el Hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radioactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
-el de nuestras propias vidas-, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje -insistiendo en maquillarse en cada escena-
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.Señor
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú el teléfono!
Indudablemente, Ernesto Cardenal es un poeta que hay que leer y conocer, sobre todo para los que incursionan en la escritura poemática.
Referencias:
Cardenal, Ernesto (1985). Nueva antología poética (5a. ed.). México: Siglo XXI editores.
Antología de la poesía latina (1981). España: Alianza Editorial.
https://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Cardenal