Hablar del río Manzanares de mi ciudad (Cumaná, Venezuela), para alguien que lo ha visto desde su infancia y lo mira ahora, es un embarazoso propósito. No por ser ese afluente, sino por lo que ha devenido.
Es un privilegio que una ciudad esté atravesada por un río, me parece, y se dice que los conquistadores españoles lo bautizaron así (en español, por supuesto, pues ya tenía su nombre en lengua originaria), por asociación con el Manzanares que cruza a Madrid. No sé si los cumaneses en general han sabido darle ese valor.
Lo que expresara de nuestro río el gran viajero Alejandro de Humboldt a finales del siglo XVIII, siempre nos llenará de emoción: "El río Manzanares es de aguas muy claras y felizmente no se parece en nada al Manzanares de Madrid". Pero eso ya no es lamentablemente así.
Lo cierto es que, como señala la expresión, gobiernos van y vienen, y el río en los últimos años está llegando a uno de sus peores momentos. Aunque alguna madre clame por "pasarlo" (alusión a la conocida canción), es triste ver cómo el abandono y la indolencia lo mantienen en una suerte de lenta agonía, producto de, entre otras cosas, no hacerle un periódico dragado que remueva una sedimentación provocadora de una estrechez cada vez mayor. ¡Ojo! Aunque sabemos que la naturaleza se impone siempre.
A continuación, les dejo varias fotos tomadas en estos días.