Es suficiente

Tengo lo que necesito y eso es todo lo que quiero

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Soy hija de la llamada generación X en su último período. Por eso he tenido el privilegio de vivir sin un ordenador en casa, sin un teléfono móvil en el bolsillo y sin cámaras de vigilancia “para tu seguridad” en cada esquina.

Sé lo que es no tener cuarto de baño. Benditos pueblos que resistían la llegada de las modernidades y nos recordaban las comodidades que no asimilábamos como tales en nuestra cotidianeidad.

He hecho pis en un orinal y me he limpiado el trasero con una piedra en el campo porque no existían los pañuelos de papel y todavía no había llegado el Covid-19 para comprar papel higiénico.

Hice de mando a distancia durante los años que me separaban de mi hermana pequeña, a la que di el relevo como mandaba la tradición. Y he visto la tele en blanco y negro, moviendo las antenas para recibir la señal de la VHF y la UHF. Estos eran los dos únicos canales que existían en las horas que no emitían la carta de ajuste.

Recuerdo vivos a Lola y Antonio Flores, a Enrique Urquijo, a Tino Casal. Grabé sus canciones en un cassette cuando las pinchaban en la radio.

Los cambios en las sociedades suelen ser lentos, se van introduciendo poco a poco sin darnos apenas cuenta. Se crean inventos que las modifican, salen modas que nadie entiende y de las que ignoramos si alguien encendió la mecha con alguna intención clara u oscura.

Y a pesar de que el mundo que viví en mi infancia y juventud ya no existe, lo recuerdo con una sonrisa en los labios. No con nostalgia, pues solo sirve para sentir una pena que evita la plenitud en el presente. Pero sí con conciencia de que no faltó nada de lo necesario y sí todo lo superfluo.

Ahora parece lo contrario. Prevalecen la apariencia, el poseer (cosas y personas), la moda y el maquillaje, viajar cuanto más lejos se puede. Yo me bajo de ese carro. No me malinterpretes, está genial que el nivel de vida haya subido de forma objetiva para la mayor parte de la población del planeta. Ojalá que todos fuésemos ricos y desayunáramos con champán francés cada mañana.

Se trata de que siento que esas cosas no aportan significado a mi vida. Y como no aportan, prefiero dar protagonismo a las que dan plenitud, las que curan almas heridas y hacen que el paso por este mundo valga la pena.

¿Sabes qué es lo que más me hace disfrutar ahora?

  • Puedo estar en contacto con la naturaleza en el parque anexo a mi casa. Tras dar un paseo entre los pinos, me siento sobre la hierba junto a una acequia y escucho el suave rumor del agua corriente mientras respiro con los ojos cerrados. No hay maravilla mejor que esa. Y es gratis.
  • Disfruto de la compañía de las personas a las que quiero. Ya puedo besarles y abrazarles. Compartir risas y llantos según lo que toque en cada momento. Es gratis.
  • Añado al punto anterior a mi perro, que ha limpiado mis lágrimas con su lengua y se ha pegado a mí como una ventosa cuando me he sentido mal. Tampoco me ha cobrado nada por ello.
  • Leo libros que alimentan mi mente o que la distraen durante horas con historias que me emocionan. Cuando trabajaba fuera de casa me di el capricho de comprar un libro electrónico y bajar el coste de adquirirlos, pero si acudiese a la biblioteca del barrio para tomarlos prestados también sería gratis.
  • Escribo en mi agenda-diario-bullet journal-como-quieras-llamarlo. Además de servirme como autoterapia lo combino con la practicidad de registrar mis tareas y también anoto en él mis proyectos y sus resultados. Descargar el cerebro para dedicar la energía a lo que me importa ha significado un antes y un después. Gracias a él estoy atreviéndome a escribir en estas páginas. Coste: el de un cuaderno y un bolígrafo.
  • Salir de paseo escuchando algún podcast de temas que me gustan y entretienen. Incluso me enseñan sobre cualquier cosa que pueda imaginar. Sin coste aparte de la luz de cargar el móvil (que ya es bastante).

Como ves, no necesito grandes estipendios ni complicarme la vida para tener pequeños momentos de satisfacción. Casi en cualquier circunstancia puedo echar mano de mi bullet journal, un libro o un podcast. O solo con cerrar los ojos y concentrarme en mi respiración puedo imaginar que estoy escuchando los pajarillos en el parque.

Por otro lado, quiero añadir pequeñas victorias que me dan confianza en mí misma para continuar por la misma línea. Por ejemplo:

  • Cuando hago colas o tengo que esperar ya no me pongo nerviosa como antes, no necesito coger compulsivamente el móvil para distraerme de mi propia mente. Incluso me he permitido hacer trayectos completos de autobús mirando por la ventanilla u observando a la gente que subía y bajaba del vehículo. Es curioso darte cuenta de cómo los móviles copan la atención de las personas. Parecemos zombies.
  • Apenas veo la televisión. Me limito al rato del telediario al comer y cenar acompañada. En caso de que me interese algún programa, película o serie, los veo siempre en diferido o por streaming. De esta forma apenas trago anuncios y acorto el tiempo de visionado. Al no perder el hilo puedo meterme en las tramas con mayor facilidad y las disfruto el doble.
  • He reducido la compra compulsiva de baratijas que luego quedaban olvidadas en un cajón.
  • Pierdo menos tiempo con las personas que no me interesan o son interesadas. Sin tener cargo de conciencia.
  • He dejado de fumar. Un día sin venir a cuento la idea comenzó a rondar por mi cabeza, poco a poco cogió fuerza y desde el 14 de enero no he dado ni una calada. Pensé que lo pasaría peor porque no me he apoyado en chicles de nicotina, ni parches ni pastillas. Tener un plan establecido para los momentos de más ansiedad ha sido crucial.
  • Como complemento al punto anterior llevo tres semanas controlando mi peso. He reducido los caprichos comestibles al mínimo, aumento en lo posible mis caminatas y bebo más agua. Por ahora, pese a no haber bajado apenas en peso sí lo ha hecho el índice de grasa, así que va fenomenal.

De nuevo insisto en que ha sido fundamental evitar grandes hazañas. Solo cuando he afianzado un hábito nuevo y lo he integrado a mi rutina es cuando me planteo dar un paso mayor, y aún así espero varios días para comprobar que no sea un deseo más que un objetivo real.

Para mí todo lo anterior es suficiente. No quiero un coche, ni ropa nueva, ni volver a codearme con gente a la que no intereso ni me interesa. Tampoco quiero viajar lejos sino estar contenta dentro de mí esté donde esté. Me da igual el restaurante que está de moda, cuál es el último estreno de la cartelera y si este domingo toca que abran el centro comercial.

Reconozco y disfruto las comodidades que la modernidad nos aporta: paso menos frío en invierno y menos calor en verano, llevo el móvil en el bolsillo (no en la mano), utilizo el ordenador para escribirte. Pero considero que ya tengo suficiente. Ya no deseo más de lo que tengo y he descubierto que cuanto menos deseo menos preocupaciones tengo.

Es más que suficiente.


Cita para pensar

Nada es suficiente para el hombre para quien lo suficiente es muy poco.
Epicuro.


Referencias que me han inspirado


Créditos imagen de portada: Brett Jordan en Unsplash


Este artículo se publicó originalmente en: https://palomap3.substack.com/p/es-suficiente?s=w


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