Relato: La decisión de Victoria


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Era una noche invernal de 1890 en Londres, Inglaterra. En su casa ubicada en uno de los barrios más bonitos de la ciudad, Victoria Abernathy se sentó junto a la ventana que daba a la calle.

Su marido se había marchado al trabajo; con él siempre se llevaba su pequeño maletín en donde guardaba documentos legales importantes de sus clientes. Hombre de pocas palabras, frío y distante, Benjamin no era un marido afectuoso ni atento con ella. Tampoco era que se comportara como un hombre violento, al menos no físicamente. Era un hombre indiferente, casado con su trabajo. Solo salía con ella a algún compromiso social siempre y cuando su familia también fuera; fuera de ello, siempre se sentaba a trabajar en sus habitaciones privadas, pidiendo que nadie le molestase.

Y si Benjamin era así con ella, el resto de los Abernathy eran iguales o peores. Siendo honesta, todo el mundo la ignoraba; ella intentaba involucrarse en las conversaciones, tratando de ponerse al corriente con los temas de actualidad, pero su voz no era escuchada. Al final terminaba nada más por escuchar.

Al principio le preocupaba que quizás no haya generado una buena impresión en su familia política y se esforzaba por ser una mujer atenta para con su esposo, socializar más, y ser solícita con sus suegros, personas tan frías como él. Pero nada de eso sirvió; todo esfuerzo era inútil.

Los hijos estaban fuera de discusión; llevaba años intentándolo, con la esperanza de que un hijo pudiera llenar al menos ese vacío en su vida. Pero el médico fue definitivo en su sentencia: ella era estéril. Aquello solo aumentó su sentimiento de decepción e impotencia, y quizás haya dado motivos a su familia política y a la suya propia para ignorarla, porque incluso sus padres decidieron tomar esa misma actitud.

Y ella ya estaba cansada de todo eso.

Harta.

Agotada.

Enojada.

¿Qué otro camino le quedaba en aquella situación si no era el divorcio? ¿Qué le impedía hablar con Benjamin sobre el tema?, ¿qué debería afrontar una vez que destapase la caja de Pandora?

Tan ensimismada se encontraba en sus pensamientos que no notó que alguien se le acercaba.

"¿Estás bien?", escuchó que le preguntara.

Victoria se volvió. Frente a ella se encontraba Louis Valois, famoso jurista y explorador, y uno de los invitados a la fiesta que su suegra había organizado con motivo de la boda entre su sobrina favorita, Hettie Williams, y Paul Dennington, amigo de Louis y de su hermano mayor Oscar.

"Sí... No... Dios... Perdóname, Louis. Estaba distraída".

"No te preocupes, Victoria. Como te vi sola y seria, pensé que tuviste algún malentendido con tu marido".

"Ya quisiera que fuera por malos entendidos... y no el tema del divorcio".

Louis la miró, intrigado. Victoria le dijo: "No soy feliz, Louis. Esto... Esto me es intolerable y asfixiante. Mi marido no me ama, nunca me ha amado y jamás me amará; no le simpatizo a nadie de su familia, ni siquiera a mis suegros. Siempre me han tratado como a una extraña aún después de cinco años de matrimonio... Pero al menos a Paul no lo tratarán así, ¿sabes? Mi suegra le tiene mucho cariño y se esmera en darle toda clase de atenciones".

"Por eso estás pensando en pedirle el divorcio".

"Así es".

"¿Y tus padres qué opinan al respecto?"

"No saben nada. Desde que supieron que era infértil, me dieron la espalda. Oscar, por otra parte, me dijo que contemplara la adopción... O el divorcio".

"Si quieres saber mi opinión sobre todo esto, es mejor que te divorcies. De nada te servirá adoptar a un huérfano si tu marido y su familia no te aprecian, además de causarle a la pobre criatura mayor sufrimiento que el que conoce en el orfanatorio".

"Olvidas que estoy en clara desventaja al respecto; solo él puede solicitar el divorcio bajo ciertos fundamentos".

"Bueno, en este caso, te voy a echar una mano. Dame un momento".

Entregándole su copa de vino, se dirigió hacia donde se encontraba Benjamin ante la mirada de una Victoria desconcertada. Éste platicaba amenamente con unos primos suyos a quienes no había visto desde hace años. Alegremente Louis le interrumpió y le pidió unos escasos minutos de su tiempo, pues le urgía tratar un asunto legal que requería de su experticia.

Disculpándose con sus primo, Benjamin acompañó a Louis hacia un lugar donde nadie pudiera interrumpirles. Una vez a solas, Louis fue directo al grano: "Vengo a ti en calidad de abogado de Victoria. Quiere el divorcio".

Benjamin le miró con pasmo. Louis añadió: "Para evitar grandes escándalos, como colega de oficio te sugiero que se lo otorgues sin expectativa de compensación. Y si estás viendo a alguien a escondidas, dile que tome la oportunidad que Victoria le está regalando".

"¿Qué...?"

"Nos vemos en los tribunales", le cortó Louis.

Apartándose de él, se dirigió hacia donde estaba Victoria, quien lo miraba con expectación.

"¿Qué pasó?", le preguntó la joven.

"Me presenté como tu abogado y le dije que quieres el divorcio", respondió Louis con desenfado mientras bebía el resto del vino.

"Oh, por Dios...", murmuró la joven, aterrorizada. "¡Louis, ¿pero qué has hecho?!"

"Ahorrarte otros cinco años de arrepentimiento por una mala decisión".

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