Yo solo me río con lástima y tristeza, que es lo único que ellos me generaron desde que cumplí los 16 años.
El mundo es cruel e inmisericorde con aquél que aún cree en el famoso "orden natural de las cosas". Yo soy viva prueba de ello, y lo sigo siendo incluso ahora, tras cuarenta años de lucha por sobresalir en el campo de la medicina. Yo, mujer soltera, sin hijos, dedicada en cuerpo y alma a salvar vidas. Un campo dominado por hombres, pero en el que las mujeres poco a poco sacamos la casta, demostrando que también podemos generar y aplicar conocimiento.
Mi viaje, mi lucha empezó desde el momento en que mi madre y mis tías me anunciaran felices que Roberto, el hijo de don Remigio, había pedido mi mano en matrimonio. A partir de ahí comprendí que si yo no luchaba, moriría en vida; que si no sobrevivía a los retos de la vida, no viviría. Si no tomaba las riendas de mi vida, acabaría igual o peor que mi madre.
Luchar o morir. Sobrevivir y vivir. Ese momento culminante fue lo que me impulsó a marcharme sin decir palabra. Fue lo que me mantuvo de pie días y noches, con lágrimas y sin ellas.
Cuarenta años de lucha en una sociedad que menosprecia a la gente por creer ciegamente en un supuesto orden natural pronto rendirán sus frutos. Lo presiento... Y sé que viviré para verlo.
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