LA PECERA
Odio ver los peces en la pecera. Pareciera que no son reales, que no son peces, que son figuras de plástico nadando muertas ahí a la buena de Dios. Siempre he pensado que resulta absurdo tener en cuatro paredes de vidrio, con un palmo de agua tranquila, a unos seres hechos para permanecer una vida en inmensas cantidades de aguas frías y torrentosas. Es como si pretendiéramos encerrar a un huracán en un ventilador.
Me imagino lo que pasaría si en lugar de usar las peceras para meter peces en ellas, metiéramos a un gato. Sería sencillamente apoteósico.
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Imagen y texto de Tomás Jurado Zabala
Gracias por sus amables lecturas