Concurso de literatura La Abeja Obrera | La yerbatera, el sauco y las abejas.

Esta es mi participación en el Concurso de Literatura La Abeja obrera en su tercera edición, en homenaje al escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias.

La yerbatera, el sauco y las abejas


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De niña su lugar preferido, donde acostumbraba pasar horas, era el fogón de la casa de su abuela. El aroma de las hierbas que ella utilizaba para darle gusto a la comida, la embriagaban. Con su vocecita aguda le preguntaba los nombres de cada una de ellas: perejil, cilantro, yerbabuena, menta, eneldo. Su abuela le decía que las oliera porque así las reconocería. Le parecía que ella hacia magia cuando las iba agregando, una por una, en el gran caldero humeante y se imaginaba a sí misma haciendo pociones para curar males de amor o para la suerte.

Los años pasaron y sus habilidades en el conocimiento de las hierbas que curaban, la habían hecho famosa en su pueblo. En su casa tenía un jardín donde había sembrado las que más conocía y utilizaba para ayudar a la gente de los alrededores; sábila, manzanilla, salvia, malojillo, poleo, tilo, llantén y no podía faltar la yerba mora, por si acaso una culebrilla, acompañada de un rezo y agua bendita.

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Otras hierbas y cualquier otra cosa que necesitara, las buscaba en el bosque que bordeaba al pueblo y que se extendía hasta las montañas. A veces caminaba por horas para hallar la corteza de piñón, o las hojas de eucalipto.

Una mañana se levantó con una angustia en el pecho, tenía un mal presentimiento. Se fue a casa de su abuela y allí la encontró muy enferma. Estaba recostada en su mecedora. Una de sus hijas la cuidaba. Al verla su rostro se iluminó.

—¡Mi nieta querida!, acercarte para darte un beso.

—Abuelita que te sientes, no respiras bien.

—Ya estoy vieja y mi cuerpo está cansado, creo que ya es hora de abandonarlo.

—¡No digas eso!, te voy a preparar un jarabe con flores de sauco y miel de abejas, las que llaman angelitas, esas que se encuentran en la montaña. Ahora mismo salgo a buscarlas. Ya verás cómo te sientes fuerte de nuevo.

—¡No vayas mi niña! es un largo viaje y no sé si resistiré hasta tu regreso.

Pero la nieta no la escucho y emprendió el viaje. Horas de camino con la esperanza de hallar, lo que necesitaba. Encontró al sauco y estaba en flor, pidió permiso al árbol como siempre hacía y escuchó sorprendida un murmullo... regresa.

Fue hasta donde estaban las abejitas y encontró un panal, ellas revoloteaban a su alrededor. Les pidió permiso para tomar la miel, pero como respuesta, las abejas la atacaron haciéndola volver al camino.


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En ese momento, entendió que no podía hacer nada por el cuerpo de su abuela, pero si por su alma y volvió tan pronto como pudo. Y mientras lo hacía, sentía como si todo el bosque la animara a seguir.

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Llegó a la casa y la encontró recostada en su mecedora, los ojos cerrados, el rostro pálido pero plácido y se le acercó.

—Abuela, aquí estoy. Tomó su mano y sintió un suave apretón. Estaré acompañándote, hasta que debas partir.

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Muchas gracias por leer


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Los dibujos son de mi autoría

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