OCHENTA Y SIETE AÑOS estaba cumpliendo ese día y en lugar de un regalo, su esposo le dijo que no servía para nada. No era la primera vez que el marido la insultaba ni tampoco la primera vez que ella le daba su jarabe de legua y lo ponía en su sitio; pero esta vez, a ella se le revolvieron los años más de la cuenta y no quiso tener paciencia para seguirlo viendo, escuchando ni nada, así que salió a la calle donde se encontró con que la multitud celebraba la competencia anual de ciclismo que recolectaba fondos para el albergue de los abuelitos.
Con la fuerza de la multitud llegó a la plaza, preguntó las condiciones para participar y como no le pusieron peros, le dijo a los organizadores que la inscribieran. Tres o cuatro miradas diferentes le dijeron que no, pero ella no estaba de humor para que le negaran nada y cuando el más viejo del comité quiso explicarle que no podían aceptarla porque era un riesgo, se le removió la herida que le había hecho el marido y amenazó con ir a la televisora, a la radio, a la prensa y a cualquier sitio a protestar porque ella estaba segura de que todavía podía pedalear, de que todavía podía servir para algo y que ningún vejete se lo iba a impedir.
No pudieron negarle la inscripción porque la rabia, más la fuerza de la multitud le dieron el valor de no dejarse vencer y el día de la competencia fue la primera en llegar a la plaza con su bicicleta que había rescatado de un depósito. No reparó en gastar en traje, casco y lo necesario para competir. Cuando a última hora le pidieron los exámenes médicos para saber si podían dejarla participar, los mandó al carrizo; pero para no matar al viejito que se le estaba interponiendo en su deseo, aceptó ser chequeada por los galenos, quienes la encontraron sana y le recomendaron que se quedara en las gradas viendo la carrera.
Cuando salió de la consulta se dio cuenta de que habían dado la orden de partida. Buscó su bicicleta, se subió y empezó a pedalear detrás de los demás.
Una hora después se unía a todos los competidores, quienes se detuvieron en la avenida Circunvalación porque una rama había acabado con las cuerdas del alumbrado eléctrico y la policía no dejaba circular a nadie hasta no quitarse el peligro. Cuarenta y cinco minutos después dieron paso y la abuelita fue la última nuevamente en partir, los policías la aplaudieron y el comandante la animó con un hurra de ¡viva la abuela!
Cuando entraron en el sector Gato Negro, un poblado rural, tranquilo y bonito para pedalear, los ciclistas se vieron sorprendidos por un rebaño de ovejas que huían en desbandada, lo que obligó a los de la punta a tomar, inesperadamente, una vía alterna y a que el resto de los competidores los siguiera.
Cuando la abuela llegó a Gato Negro, no había señales de compañeros ni de ovejas; de modo que siguió derecho y estuvo a punto de estrellarse porque sin querer atropelló a una ovejita que le salió de la nada; como pudo controló su bicicleta, frenó, bajó y caminó hasta donde estaba el animalito para saber si la había matado.
Como estaba viva y no quería dejarla tirada allí, la metió en la cesta de su bicicleta y pedaleó hasta la primera finca que vio y lo que para ella fue una sorpresa, para los dueños de la finca fue un milagro, porque tres estaban atados y amordazados y uno estaba en el piso, malherido. La abuelita los soltó y ellos le dijeron que unos cuatreros los habían sorprendido y luego de someterlos empezaron a meter ovejas en una camioneta, y que luego llegó, ese, el herido, e intentó detener el robo, pero como eran tres contra uno, le dispararon y se fueron asustados sin llevarse las ovejas que huyeron como locas hacia la carretera.
Como les habían robado los celulares, la abuelita se metió la mano en los senos, sacó su equipo y llamó a emergencias pidiendo una ambulancia y que enviaran a la policía y como no le creyeron le pasó el celular al dueño de la finca, quien confirmó la información del herido y del robo.
Cuando el comandante llegó a la finca, se encontró nuevamente con la abuelita y nuevamente le dio un hurra de ¡viva la abuela! y de inmediato desplegó a su personal, paralizó el tráfico y movió sus influencia, haciendo lo imposible por complacer al dueño de la finca. En una patrulla se llevaron al herido y como no podían dejar a la abuelita sola, la subieron a una camioneta con su bicicleta.
Mientras tanto, los ciclistas terminaban de dar el recorrido por la vía alterna que habían tomado por culpa de las ovejas y cuando llegaron a la carretera para retomar a la ciudad, se encontraron con que el tráfico estaba detenido porque unos delincuentes estaban huyendo, andaban armados y eran peligrosos.
Muchos no podían creer que estuvieran pasando tantas cosas malas el mismo día; algunos no continuaron la carrera porque les pareció de mal presagio; otros esperaron que le dieran orden de seguir y cuando por fin lo hicieron, llegaron rápido a la meta, pero no había lugar que disputar porque ya la abuelita se había llevado todos los honores.
EIGHTY SEVEN YEARS was her birthday that day and instead of a gift, her husband told her she was good for nothing. It was not the first time her husband had insulted her, nor was it the first time she had given him his syrup and put him in his place; but this time, she was getting older and did not want to have the patience to continue seeing him, listening to him or anything else, so she went out to the street where she found that the crowd was celebrating the annual cycling competition to raise funds for the grandparents' shelter.
With the strength of the crowd she arrived at the plaza, asked the conditions to participate and as there were no buts, she told the organizers to sign her up. Three or four different looks told her no, but she was not in the mood to be denied anything and when the oldest member of the committee wanted to explain to her that they could not accept her because she was a risk, the wound that her husband had given her was removed and she threatened to go to the TV, radio, press and anywhere to protest because she was sure that she could still pedal, that she could still serve for something and that no old man was going to stop her.
They could not deny her the registration because the rage, plus the strength of the crowd gave her the courage not to give up and on the day of the competition she was the first to arrive at the square with her bicycle that she had rescued from a warehouse. She spared no expense in spending on a suit, helmet and the necessary to compete. When at the last minute they asked her for the medical exams to know if they could let her participate, she sent them to the reed; but in order not to kill the old man who was standing in the way of her desire, she agreed to be checked by the doctors, who found her healthy and recommended that she stay in the stands to watch the race.
When she left the doctor's office, she realized that they had given the order to start. She looked for her bike, got on and started pedaling behind the others.
An hour later she joined all the competitors, who stopped at the Circunvalación Avenue because a branch had ended up with the ropes of the electric lighting and the police would not allow anyone to circulate until the danger was removed. Forty-five minutes later they gave way and the grandmother was the last one to leave again, the policemen applauded her and the commander cheered her with a hurrah of "long live grandma!
When they entered the Gato Negro sector, a rural town, quiet and beautiful to pedal, the cyclists were surprised by a flock of sheep that fled in disband, forcing those at the front to take, unexpectedly, an alternate route and the rest of the competitors to follow them.
When the grandmother arrived at Gato Negro, there were no signs of companions or sheep; so she continued straight on and almost crashed because she unintentionally ran over a sheep that came out of nowhere; as best she could, she controlled her bicycle, braked, got off and walked to where the animal was to find out if she had killed it.
As it was alive and she did not want to leave it lying there, she put it in the basket of her bicycle and pedaled to the first farm she saw and what for her was a surprise, for the owners of the farm was a miracle, because three were tied and gagged and one was on the ground, badly wounded. The grandmother let them go and they told her that some rustlers had surprised them and after subduing them they began to put sheep in a truck, and then the wounded one arrived and tried to stop the robbery, but as there were three against one, they shot him and left in fear without taking the sheep that fled like crazy towards the road.
As their cell phone had been stolen, the grandmotherreached into her breasts, pulled out the cell phone and called the emergency services asking for an ambulance and for the police to be sent, and as they did not believe her, she passed the cell phone to the owner of the farm, who confirmed the information about the injured person and the robbery.
When the commander arrived at the farm, he met again with the grandmother and once again gave her a hurrah for grandma! and immediately deployed his personnel, who paralyzed traffic and moved their influence, doing the impossible to please the owner of the farm. They took the injured man away in a patrol car and, as they could not leave the grandmother alone, they loaded her and her bicycle into a pickup truck.
In the meantime, the cyclists finished their ride on the alternate route they had taken because of the sheep and when they reached the highway to return to the city, they found that traffic was stopped because some criminals were fleeing, they were armed and dangerous.
Many could not believe that so many bad things were happening on the same day; some did not continue the race because it seemed to be a bad omen; others waited for the order to continue and when they finally did, they arrived quickly at the finish line, but there was no place to compete because the grandmother had already taken all the honors.
Mi participación en el Reto Hispaliterario3. Quiero invitar a los amigos @saulos, @noakmilo y @vickaboleyn
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Imagen de la Abuela