Bajo la espesa sombra,
casi invisible
un hombre navega en su silencio.
Toma la nave del recuerdo
y atraviesa sus días,
arriba a otras playas
sus pies, alegres, lo llevan por
las largas calles de los puertos.
Una felicidad
temerosa y volátil,
aunque completa y sólida,
lo envuelve.
Su olfato se deleita,
en remembranza,
del aroma de alta mar,
de las mareas,
el magnifico perfume
de las mujeres costeñas.
Por la orden de abordar,
de ser un marinero,
de otear el horizonte,
Allí espera.
La herrumbre sobrepasa
con su hermosa ocredad
el lugar del origen.
Es la flor indeseada
de los mares,
la insólita,
peligrosa presencia,
producto de las aguas,
que es también calendario
sinónimo de muerte.
Contra ella
el marino se afana,
rigiendo sus esfuerzos,
amparando el recuerdo.
El tiempo lo contempla
con clara indiferencia.
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