Eran las cinco de la mañana y el corre corre ya era reinante. Mujeres arreglando vestidos, hombres peinando bigotes y abuelas preparando hervidos.
Cada uno corría con sonrisa dibujada, hasta los gritos para que se apuraran olían a fiesta y alegría, cada uno lo vestía a su manera, pero nadie estaba ajeno a ello.
Bueno, todos no, Mirolasvo sí. Ese no se alegraba en estos alborotos por nada del mundo. Él disfrutaba como las arañas, desde lo alto, esperando que alguien fallara para tener tema durante semanas.
Un día Victoriano se puso a beber, advertido y aconsejado no obedeció, se cayó ebrio. Más que suficiente para que Miroslavo se quejara día tras día, recordándolo cada vez que se puede.
A las seís y media de la mañana todos salieron velozmente a la iglesia. El sermón, las fotografías, que si juntos, que si el niño, que si con fulano, que si con menganito. Un corre y corre que dio paso a la celebración en la casa.
Allí comenzó la verdadera algarabía. Bebidas, comida en abundancia, música, baile y muchos invitados.
Ante eso Miroslavo se retiró. Alejado, mirando el infinito cielo abría su infinita soledad. Queriendo entender lo qué es la eternidad, contando nubes repasaba sus heridas. Dibujando en la arena buscaba borrar las lágrimas que nutrían el suelo.
Nadie lo observaba, pero él a todos los detallaba. Lo colorido de la fiesta contrastaba con el blanco y negro de su alma, lo festivo del ambiente era lo opuesto a lo que sentía.
Miroslavo aprendió a vivir en su angustiosa soledad. Su mal humor no era por el bautizo, era su manera de vivir, no conocía otra y en esa doliente y calamitosa caverna era que sabía existir.
Quejarse, lamentarse, vivir enojado era su estilo de vida. Aunque ese día, sin darse cuenta la abuela lo sacó de esa caverna. Lo tomó de la mano, lo sentó a su lado y lo hizo sonreír.
Todos se alegrarón por la alegría de Miroslavo, pudo hablar en abundancia sin quejarse, porque llamado padrino tuvo en sus brazos al ahijado, eso lo cambió, por lo menos un rato, siendo el bautizo la excusa para ello.
Y las oscuras nubes dieron paso a un brillante sol, retirándose lentamente la densa neblina que cercaba su corazón, fluyendo de pequeños sorbos una brilantes extraña, así Miroslavo volvió a comenzar, empezando a comprender que la algarabía del bautizo es la eternidad.
The christening hubbub
It was five in the morning and the run run was already reigning. Women fixing dresses, men combing mustaches and grandmothers preparing boiled.
Each one ran with a drawn smile, even the shouts for them to hurry smelled of party and joy, each one dressed him in his own way, but no one was oblivious to it.
Well, not all, Mirolasvo yes. That one was not happy in these riots for the world. He enjoyed like spiders, from on high, waiting for someone to fail to have a theme for weeks.
One day Victoriano began to drink, warned and advised he did not obey, he fell drunk. More than enough for Miroslavo to complain day after day, remembering it whenever possible.
At 6:30 in the morning they all rushed out to church. The sermon, the photographs, what if together, what if the child, what if with so and so, what if with menganito. A run and run that gave way to the celebration in the house.
That's where the real hubbub began. Drinks, food in abundance, music, dancing and lots of guests.
At that Miroslavo withdrew. Far away, looking at the infinite sky, the infinite loneliness of him opened. Wanting to understand what eternity is, counting clouds he reviewed his wounds. By drawing in the sand he sought to erase the tears that nourished the soil.
No one was watching him, but he detailed them all. The color of the party contrasted with the black and white of his soul, the festive atmosphere was the opposite of what he felt.
Miroslavo learned to live in his agonizing solitude. His bad mood was not due to the baptism, it was his way of living, he did not know another and in that suffering and cavern it was that he knew how to exist.
Complaining, complaining, living in anger was his way of life. Although that day, without noticing the grandmother he took him out of that cave. She held him by the hand, sat him next to her and smiled at him.
Everyone was delighted by Miroslavo's happiness, he was able to speak in abundance without complaining, because called godfather he held the godson in his arms, that changed him, at least for a while, the baptism being the excuse for it.
And the dark clouds gave way to a bright sun, slowly withdrawing the dense mist that surrounded his heart, flowing in small sips a bright strange, so Miroslavo began again, beginning to understand that the joy of the christening is eternity.
Portada del post tomada de [pixabay]https://pixabay.com/es/photos/bautismo-pila-bautismal-iglesia-2437529/) y editadas en PSD
Banner elaborado en PSD con fotos propias y logo de IAFO
Logo HIVE
Logo Instagram
Traductor Google