Quedé atrapada entre pastillas, tratamientos y doctores, en una habitación del hospital oncólogico. Fui un día para una consulta y tardé 21 meses en salir. Fue muy dificil adaptarme a esa realidad, pero agradecía cada día que despertaba y sin darme cuenta comencé a dar aquella como mi dirección de recidencia. Me acostumbré! como dice un resignado.

La sala de oncología era en el segundo piso que aquel gran hospital y después de las 9 de la noche, que es cuando los enfermeros de guardia pasaban por cada habitación entregando las pastillas para dormir, todas las luces se apagaban y solamente alumbraban los pasillos unas luces de emergencia que estaban en el trcho de todo el corredor.

Siempre fui más astuta que los enfermeros, así que recibía mis pastillas azules para dormir y las escondía, a menos que las necesitara no las tomaba.

Al final del pasillo, un poco aislada de todas las demás puertas, estaba la puerta de la habitación número 14. Era más pequeña que las demás habitaciones y estaba de frente al pasillo, por lo que tenía un foco de luz en todo el frente.

Casi siempre estaba vacía aquella apartada habitación. Una tarde de verano, trasladaron al paciente de la habitación 1 para la número 14. Este era el tipo de acontecimientos que hacían que todos los pacientes tuvieramos un tema de conversación. Esos dos días siguentes el traslado del paciente 1 fue una noticia que pasó de boca en boca.

Recuerdo que la paciente de la habitación, con la que hice una amistad muy estrecha, me comentó las buenas nuevas y me dijo que el paciente 1 estaba feliz porque ya se sentía bien y que pronto saldría de allí, se iría a casa.

Pasaron los días y 1 se volvió 14. Dejó de salir a sus acostumbradas caminatas matutinas. Empeoró con los días y cuando pasó una semana salió de allí, pero no para irse a casa. 14 falleció.

La habitación quedó vacía una vez más y así continuó un tiempo pero al llenarse la sala tenían que recurrir a la pequeña habitación para ubicar a todos los pacientes. Así que en esa oportunidad mudaron a 3, una señora que era mayor pero fuerte como un roble. Pasaron cinco días de ser la número 14 y falleció.

7 y yo nos reunimos en mi habitación. No podíamos creer lo que estaba pasando. Los enfermeros decían que era una coincidencia y que no debíamos preocuparnos, pero la cosa es que todos los número 14 terminanban muertos.

Teníamos mucha preocupación por este extraño evento. Parecía como si la habitación 14 fuera el boleto de salida, pero al cementerio.

Así pasó el tiempo. 7 y yo vimos partir unos trás otro de la habitación 14. Una mañana sucedió lo que nos temíamos. El enfermero a cargo de logística entró a la habitación número 7 y le dijo que había sido asignada a la habitación 14 para reubicar a un paciente que venía desde Bolivia.

7 rompió en llanto y comenzó a gritar. El enfermero no supo que había pasado pero con tal de calmar el escandalo de 7 le dijo que instalaría al paciente extranjero directamente en la habitación 14 para que los otros pacientes no se enteraran de esta teoría absurda y así evitar el caos en la sala de oncología.

El paciente Boliviano llegó a medio día. Se instaló en la habitación 14. Yo estaba caminando por el pasillo cuando encontré a 7 escondida detras de una de las plantas ornamentales. Nos miramos y supimos que algo malo pasaría con el nuevo 14.

Esa noche, 7 llamó a mi habitación para preguntarme si quería ir a tomar té con ella. Le ofrecí galletas integrales y quedé en llegar a su habitación en 15 minutos. También le comenté que tal vez 14 debía saber la historia de aquella habitación.

Salí con un paquete de galletas en la mano, pero en lugar de ir hacia la izquierda que era donde estaba la habitación número 7, me fui en sentido contrario. Al llegar a la esquina donde se veía aquella puerta blanca el foco parpadeó 3 veces y la planta del pasillo se volteó y la maceta se rompió en muchos pedazos.

Aterrada y con esfuerzo por el miedo, me volteo para encontrarme de frente con 7. Ambas gritamos mientras ahogabamos los gritos con las manos. Corrimos hasta su habitación.

7 me preguntó si había visto el foco parpadear y la planta caer? Temblando le dije que sí. Nos abrazamos. Escuchamos ruidos en el pasillo.

Unos pasos nos indicaron que los enfermeros iban para la habitación 14. Sin que nadie nos viera estuvimos atentas. A los minutos nos enteramos que el paciente extranjero había fallecido. Otra víctima inexplicable de la maldita habitación número 14.