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La mujer con la falda de arcoíris la miró de frente. Tenía la mirada ceñuda, seria. Se podía ver bajo su aparente tranquilidad una fuerza y poder que no intentaba disimular. La miró orgullosa y segura de si misma, pero contrariada, como si le pareciera un inconveniente menor haber llegado a este punto. La intensidad de su mirada la atemorizó, sintió como una mano invisible que le agarraba las entrañas y tiraba hacia debajo. Pero sabía que no se podía amedrentar, no estaba segura de porqué, pero sentía que mucho dependía de ello. Así que sacó fueras de la flaqueza, irguió su cabeza y le sostuvo la mirada, orgullosa.
Ese gesto tan simple arrancó una ligera sonrisa al hombre de traje blanco y corbata roja, después de todo, no cualquiera se atrevía a sostenerle la mirada a su esposa. La sonrisa fue casi imperceptible, pero traslucía admiración y aquello pareció irritar aún más a la mujer de arcoíris. Su ira pareció opacar ligeramente los colores de su falda, o eso le pareció a ella, pero en ese momento un niño de pantaloncillo negro y camisa roja preguntó con cierto tono de insolencia.
- ¿Bueno y porqué estamos aquí?
A lo que la mujer con vestido amarillo contestó.
- Estamos aquí porque yo he convocado a todos para evitar que se cometa una injusticia. Estamos aquí porque a esa que ven en el centro se le quiere acusar y condenar por un crimen que no ha cometido.
- Todavía. -Dijo quedo el de corbata roja. -
En ese momento la mujer de falda de arcoíris no pudo contener más su ira y reaccionó con violencia mal contenida, verla era como presenciar un huracán. Saltó al centro de atención y dijo.
- Estamos aquí porque esta mujer, si se le deja vivir, está destinada a ser la amante de mi marido y eso no lo puedo permitir.
A lo que una mujer vestida completamente de blanco, que hasta ahora no había visto, terció.
- ¿Entonces, si te conozco bien, la razón de esto es que la quieres reclamar antes de que ese destino se cumpla, cierto?
- ¡Claro, es mi derecho! Casi gritó la joven de falda arcoíris.
- ¿Bueno y tanto alboroto por eso? Que la tenga y problema resuelto.
Expresó un hombre vestido de morado y negro que estaba ligeramente apartado y con expresión de fastidio, como si aquello fuera intrascendente y no mereciera su tiempo.
En ese momento se acercó un anciano, portaba una túnica amarilla y verde, con paso firme y seguro, con voz pausada pero firme dijo.
- No Iansa, no es tu derecho, lo que dices no ha ocurrido y…
- Pero va a ocurrir respondió violenta Iansa, me lo dijo Ifá y él no se equivoca.
- Aún así -respondió el anciano-, no tienes derecho a reclamar a nadie por algo que haga o que vaya a hacer.
La mujer hizo ademán de responder, pero el anciano levantó la mano exigiendo silencio y todos callaron.
- Ella será tuya si -prosiguió el anciano- como todos los demás. Pero a su debido tiempo, ni un segundo antes, así lo ha decretado Olofin, así lo comunico yo, su vocero, y así ha de ser. Y ¡ay de ti!, Oya Iansa -y recalcó el nombre completo como un padre que regaña a una hija insolente- si te atreves a contrariar las palabras del creador.
Dicho lo cual giró sobre si mismo y se alejó caminando sobre sus propios pasos. En ese momento la ira y la frustración superaron a Oya y saltó como un rayo hasta ponerse junto a su rostro y le dijo escupiendo las palabras.
- Yo he luchado y sangrado por él. ¿Tú que has hecho? No lo mereces y nunca lo tendrás, no importa cuánto me cueste.
Y se fue como un vendaval que pasa y deja todo revuelto. Esa era una mujer de cuidado y de seguro no le iba a hacer fácil su vida. Ese fue su ultimo pensamiento antes de que su propio llanto de bebé le borrara todos sus recuerdos y solo pudiera pensar en el dulce y cálido líquido que pronto succionaría de los senos de su madre.
Mi participación en el concurso Tinta Imaginaria.
El texto es enteramente de mi autoría
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