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Concurso de cuentos #fotocuento: HERRUMBRE Y SALITRE

HERRUMBRE Y SALITRE



image by @rahesi


Caótico el encarpado cielo, entre cúmulos espesos y grisáceos, que suele contener tormentas abismales en las fauces intrínsecas de su crepúsculo, tal como las de un animal salvaje. El viento está ausente, lo está, pero, quizás, de momento. Habrá que temerle al silencio que entona zumbidos distantes, disonantes y que acaban siendo violentos por doquier, pues, hasta el agua está impertérrita, impertérrita y cautelosa, y al agua mansa también habrá que temerle cuando llegue la hora de hacerlo.

Parece que el velo de la muerte ha descollado sobre una parte ínfima del mundo, sin previo aviso. No existe ni un solo vestigio de vida, ni un solo signo de vigor, ni un solo suspiro de impulso; pero de que hay algo en algún lugar que aún respira lo hay, siempre lo habrá, por los siglos de los siglos.

Apenas un tenue reflejo yace en el agua. Es el reflejo borroso y turbio de algo que fuera una vez un barco: un viejo navío que exhibe sus miserias más abruptas bajo una especie de acronismo a destiempo. Sí, allí ha estado, al parecer, desde épocas inmemorables, encallado en un muelle tan repleto de olvido, tan corroído por el abandono, tan oxidado por el desinterés que su mismísima alma y esencia casi han desaparecido. Ahora sólo es un cascarón vacío, un cuerpo de hojalata tan condenado a fenecer como negado a resucitar.

Nada más le espera, a su cuerpo cubierto de herrumbre y salitre, que ser pieza de museo, o menos que eso. ¿Qué otra cosa le podría esperar; acaso ser lo que antes fue, un majestuoso pesquero a vapor que alimentó a miles de almas en sus mejores días, que cruzó mares y océanos, yendo de norte a sur y de éste a oeste, y ser el orgullo de un puñado de hombres y su capitán, que ancló en puertos en los que fue motivo de admiración y maravilló miradas como estremeció corazones de aquí, de allá y de acullá? No, ya no hay espacio para ello ni para nada más que dé esperanza a la imaginación; ya no es funcional, ya no es útil, ni tampoco valioso.

Pero algo es plenamente cierto, y es que, aunque ese objeto flotante ya no tenga ningún valor o significado, aunque sea un simple esqueleto desnudo y falto de movimiento, su colosal figura continúa siendo hermosa: un emblema atascado en el tiempo, un libro aún con páginas en blanco para escribir, unas ruinas que esperan por que alguien encuentre sus tesoros y presuma de ellos.

¡Cuán fascinante el ocre que cubre el muelle, que se apoderó de las amarras y que llegó hasta el casco del barco como una peste incurable! ¡Cuán fascinante lo envejecido que todo se ve mientras nada le hace perder su balance y menos su integridad! ¡Cuán fascinante la atmósfera fría que hace crujir las entrañas del naufragio condenado al olvido!

Sí, allí está, allí quedará, allí permanecerá como un mausoleo esculpido en la piedra más hermosa, rústica y hermosa.