El viento se levantó de repente y en ese momento no pensamos en nada de eso. Nos acurrucamos juntos, riéndonos, en la cama doble de la caravana. Jan y yo estábamos recién casados, demasiado pobres para pagar una luna de miel adecuada, así que nos arreglamos con una semana en ese sitio de caravanas de la costa sur. ¿Qué importa la comodidad cuando estás enamorado?
Para Inglaterra, esa semana de octubre de 1987 fue cálida y soleada. Los pronosticadores habían mencionado un descanso en el clima, pero nada serio. Qué equivocados estaban para ser probados.
Mi reloj luminoso brillaba uno a.m. Algo era extraño, muy extraño. En primer lugar, el cielo era más negro de lo que jamás lo había visto. Por otro lado, el viento no gastó, mantuvo una presión implacable que aumentó gradualmente. El ruido había crecido hasta convertirse en un gemido, aumentando constantemente en tono.
"Jan, parece que nos espera un vendaval", le dije, y nos movimos hacia la ventana para mirar hacia afuera. Bajo la presión del viento, el marco parecía moverse, y tuve una repentina premonición de desastre. Agarré a Jan y nos arrojamos a los dos al piso de madera. Un segundo después, el marco estalló y atravesó la habitación con un crujido como el de una pistola. Nos llovieron fragmentos de vidrio, pero milagrosamente no se cortaron. Ahora podríamos sentir toda la fuerza del vendaval. Soplaba muebles, ropa de cama, nuestras fundas y todo lo demás movible contra la pared trasera.
"Jan", grité, "tenemos que salir de aquí". La caravana irá después '.
"Estoy asustado, David", ella respondió, "pero tienes razón".
'Necesitaremos la cuerda', dije. Me arrastré por el suelo hasta el montón de muebles, encontramos nuestros anaraks y un trozo de cuerda fuerte que habíamos usado para asegurar los paquetes de nuestras bicicletas. nos vestimos lo mejor que pudimos y até la cuerda alrededor de nuestras cinturas. "Intentaremos con manos y rodillas", dije.
El viento entró con fuerza en la caravana cuando solté la puerta. no podríamos hacer ningún progreso. Creo que el viento soplaba del mar a ochenta millas por hora. De alguna manera nos arrastramos fuera y hacia la hierba donde, en un archivo, avanzamos sobre nuestros estómagos hasta que estuvimos alejados de las caravanas y sin peligro por objetos voladores como pedazos de árboles, cubos de basura, tendederos y trozos de roca que tenían brilló sobre nuestras cabezas. Al final alcanzamos un afloramiento rocoso donde aseguré la cuerda y donde pudimos descansar a su lado, agotados, pero con relativa seguridad.
La tormenta se había convertido en un huracán. Más de cinco horas se convirtió en un grito constante que suena como si todos los demonios del infierno hubieran sido liberados. Nuestra caravana, y la mayoría de las demás, se convirtieron en fósforos y se esfumaron. Las olas se estrellaron contra el muelle de abajo, arrojando pequeñas embarcaciones al otro lado de la carretera para astillarse contra las casas. Hacia el interior, podíamos oír el trueno de árboles pesados que chocaban contra el suelo. la pesadilla comenzó a terminar con la primera luz.
Después de las salas, aprendimos que el huracán fue el peor registrado en la historia de Inglaterra. El viento soplaba a ciento veinte millas por hora. Veinte personas habían sido asesinadas. Cinco millones de hogares fueron tachados. Se destruyeron hasta quince millones de árboles. El daño total se estimó en mil millones de libras.
Por extraño que parezca, encontramos nuestras bicicletas y algunas de nuestras posesiones, ¡a tres campos de distancia!
Aurthor,
@thargyii