Minari (Película): buscando el sueño americano

Nominada al Oscar a Mejor Película

Después de haber reformado y ampliado el grupo de votantes para los premios Oscar, la Academia ha logrado incluir cada vez más películas internacionales dentro de las categorías principales. Hace décadas era todo un logro que una película italiana, rusa o japonesa, lograra alguna nominación más allá de la entonces llamada Mejor Película Extranjera. Pero recientemente, películas como Roma o la aclamada Parasite han competido en múltiples categorías, llevándose más de un par de estatuillas, por lo que ya no nos sorprede tanto encontrar títulos como Minari compitiendo por el premio de la noche.

Ahora bien, hay que hacer una aclaratoria: Minari no es una película extranjera. Dirigida por Lee Isaac Chung, se trata de una película americana, realizada con producción americana, en suelo americano y con una trama antológica dentro de la cultura del país: la búsqueda del sueño americano. En otras palabras, no hay una película más americana que esta entre las nominadas de la noche (con la excepción, quizás, de Nomadland). La confusión, además de por el nombre de la cinta, se debe a que en los Globos de Oro Minari se llevó el premio a mejor película extranjera, sin haber podido competir en la categoría principal, ya que, de acuerdo a las normas de premiación, una cinta debe incluir al menos 50% del diálogo en inglés para optar a ello, condición que esta, hablada principalmente en coreano, no cumple. Dicho requisito no es exigido para la premiación de los Oscar y esa es la razón por la cual compite en seis categorías, incluida la central, la de Mejor Película, así a secas, y no en la categoría en la que triunfó en los Golden Globe.

Minari cuenta la historia de los Yi, una familia coreano-americana cuyo padre toma una decisión que cambia la vida de todos: comprar una granja. Jacob y Monica tienen dos hijos, Anne y David, quienes también tienen que acostumbrarse a esta nueva vida rural en Arkansas durante la década de los años ochenta, una tierra calurosa en el verano, con amenazas de tornados y sin vecinos cercanos.

Obviamente, no es fácil. Ni para David, quien renunció a un trabajo de diez años para comprar esta tierra y aún debe trabajar como asalariado mientras la granja despega; ni para Monica que se ve de pronto en una ciudad en donde hay unos quince coreanos apenas y debe enfrentar a David cada vez que invierte dinero, sus ahorros, sin obtener las ganacias esperadas; ni para Anne que, a su corta edad, deberá velar por sí misma y por su hermanito; ni para David que tiene a su disposición hectáreas de tierra pero no puede correr porque padece una condición cardíaca y además, luego tiene que compartir el dormitorio con su abuela materna, llegada desde Corea para ayudar a cuidar los niños, mientras sus padres trabajan. En fin, que se trata de una situación con la que todos deben lidiar y que los afecta aunque la decisión la haya tomado David en solitario y lo haya hecho por el bien y el futuro de su familia, como tantos inmigrantes que, a lo largo de tantos años, han buscado en Norteamérica la posibilidad de una vida mejor que su país de origen no les ofrecía.

Como en toda película familiar, hay drama, risas, tragedias, momentos de tensión, de conflicto, momentos muy emotivos, buenas y malas noticias, reveses, aciertos, promesas, huellas de las heridas del pasado, secretos, manías, personajes graciosos, pintorescos, vergüenza, orgullo, solidaridad, trabajo, sacrificio, pero todo gira en torno al lógico punto principal: la familia.

La familia es una institución muy importante en las culturas orientales y así lo demuestran películas recientes como Shoplifters, Nobody knows y la misma Parasite, dramas diferentes entre sí, pero que comparten la similitud de estar protagonizadas por grupos familiares que, en buenas y malas, hacen lo posible por permanecer juntos.
Minari es un buen drama familiar y tiene su toque también de alegría e irreverencia (conducido normalmete por David); sin embargo, no me pareció una película memorable como otras en su estilo. Me gustó, la disfruté, me conmovió un poco, solté alguna risa y hay que decirlo, las actuaciones de la pareja protagonista son magistrales, con un gran manejo de cargas emocionales que se ve en la pantalla aún cuando no estén hablando (ambos lo hicieron excelente), pero la película no se me aferró a la retina, a la cabeza ni al corazón. No es una película que a mí me de ganas de volver a ver, o que sienta a necesidad de repasar. Cuestión de gusto personal nada más, por supuesto, lo cual no desmerita lo reconocido por quienes la han visto: es una gran película. No en vano han sido los premios obtenidos, incluidos dos en el Festival de Sundance (Mejor película y Premio del Público), ni las seis nominaciones que tiene para la noche del 25 de abril, ¿cuántas logrará llevarse a casa? Lo sabremos dentro de pocas semanas.

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